jueves, octubre 15, 2009

THE ROAD (LA CARRETERA); La película más terrorífica de Sitges 2009


Siempre he creído que la crítica cinematográfica es efímera. Cuando alguien se sienta ante su ordenador para escribir su opinión y su análisis sobre un determinado film hay multitud de circunstancias que sesgan su trabajo y lo convierten en material para ser revisado una y otra vez en lecturas posteriores. A veces porque se parte de un único visionado y se quedan cosas en el tintero, a veces porque no se tiene la edad o los conocimientos suficientes para ahondar suficientemente en lo que se ha visto y, en otras ocasiones, porque determinadas vivencias o circunstancias personales permiten un acercamiento distinto al que se tuvo de forma original.
En base a lo expuesto considero que “The road” es una película que afectará de un modo mucho más emocional a aquellas personas que en el momento de verla ya sean padres que a aquellas que no lo son. El grado de intensidad con el que se vive el suspense y las emociones que el padre y el niño que protagonizan la película vuelcan sobre el espectador no pueden ser recibidas en toda su crudeza si uno no puede identificarse plenamente en uno de los dos papeles. Partiendo de la base de que “The road” no es una película recomendada para menores, es el papel de Viggo Mortensen aquél en el que nos veremos reflejados principalmente y el que nos abrirá toda una serie de escalofriantes preguntas acerca de la responsabilidad que tenemos sobre nuestros hijos y los límites morales que estaríamos dispuestos a atravesar con tal de protegerla.

Si bien la mirada que Cormac McCarthy, autor de la novela, y John Hillcoat, director del film, arrojan sobre el mundo es sin duda pesimista, tal y como veremos más adelante su visión del ser humano es justo la contraria.

“The road” carece de prólogo. No lo necesita. La película comienza con la pareja protagonista, padre e hijo, caminando por las sucias y abandonadas carreteras de una tierra devastada, fría y gris. A lo largo del film sabremos que el mundo se está muriendo, que ya no quedan animales y que las propias plantas se secan y desaparecen a gran velocidad. Además, se van sucediendo pequeños seísmos que sacuden los vestigios de la civilización convirtiendo siglos de construcción desaforada y atentados contra la naturaleza en ruinas y desiertos urbanos.
Sin embargo, la película no pretende darnos una charla ecologista o algo por el estilo sino que utiliza esa situación como marco límite en el que tensar al máximo la relación paternofilial entre los protagonistas. Éstos, inmersos por completo en la dura realidad que les toca vivir e incapaces de distanciarse ni un segundo de ella porque hacerlo podría dejarles expuestos a su crueldad, no se preocupan en ningún momento en averiguar por qué el mundo se viene abajo o qué pueden hacer para intentar reconstruir la civilización. Dándose por sentado que ya llevan unos cuantos años sobre ese mundo en constante proceso de autodestrucción, lo único que preocupa a ambos personajes es llegar con vida al día siguiente, siendo sus principales necesidades aquellas que en nuestro acomodado mundo se dan por sentadas y que conforman la base de la conocida “Pirámide de Maslow”: alimentación, cobijo y seguridad.
El principal problema al que se enfrentan los protagonistas de la historia y del cual depende el poder satisfacer todas esas necesidades primarias es la escasez de todo tipo de recursos. El primer ítem, la alimentación, es difícil de cubrir ya que la ausencia de animales y plantas han reducido a unos pocos insectos el total de fuentes de proteínas sobre el mundo y, la comida manufacturada por el hombre, hace tiempo que se agotó por lo que difícilmente se cuenta con ella.(1) En realidad, y anudándose al segundo ítem, la seguridad, el alimento principal para muchos supervivientes se ha convertido en otros supervivientes a los que se caza y captura para posteriormente encerrar en despensas humanas. Así pues, resulta complicado mantenerse a salvo ya que la misma escasez ha convertido en potenciales enemigos a todos los demás supervivientes que, no por escasos, resultan menos implacables. El tercer ítem se ha convertido también en una necesidad básica difícil de satisfacer debido al frío intenso y a las adversas condiciones meteorológicas que de forma perpetua asolan el mundo. A ello debemos añadir que un cobijo adecuado, además de proteger contra estas inclemencias, debe estar alejado de las zonas de caza y las guaridas de otros supervivientes, ya sean estos caníbales o no (los amigos de lo ajeno son ahora demasiados como para poder fiarse de nadie).

En tales circunstancias no resultaría extraño sacar una precipitada conclusión acerca de la malignidad innata del ser humano o, por citar el clásico de Hobbes, que “el hombre es un lobo para el hombre.
Sin embargo y para contradecir tan funesta conclusión, tenemos al personaje del niño que interpreta magníficamente Kodi Smith-McPhee y que sirve de contrapunto al cada vez más desconfiado y asalvajado padre que interpreta Viggo Mortensen. Ese niño que no ha conocido otro mundo que el horror al que día a día debe hacer frente con la única compañía de su padre, demuestra albergar en su corazón más humanidad y compasión que ninguno de los personajes con los que se encuentra en su camino que, curiosamente, sí vivieron tiempos mejores y por lo tanto deberían haberse podido adaptar de un modo más social a la nueva situación. Ese niño, que debería ser el más cruel y despiadado de los humanos sobre la tierra, el mejor adaptado a las condiciones actuales pues no ha conocido otras, es el único que llegado el momento es capaz de demostrar algo de compasión, de ternura y de confianza. Es el único al que no le importa deshacerse de parte de su comida para compartirla con un desconocido o de detener su viaje a ninguna parte para ayudar a alguien en apuros, aunque ello suponga poner en peligro su propia vida o su escaso patrimonio. Como ya apunté en la crítica de “Carriers”, ¿de qué sirve mantenerse con vida cuando ya no queda nada por lo que luchar? Para el personaje que interpreta Viggo Mortensen su hijo es su motivación, su tabla de flotación, lo que le da razones para seguir adelante pero, ¿y a su hijo?
En definitiva, este personaje demuestra que la visión de McCarthy y Hillcoat sobre la humanidad es mucho más optimista de lo que cabría esperar y, en todo caso, la crítica que podría desprenderse del relato apunta más bien a nuestro modelo de sociedad que no a la naturaleza humana en si misma.

La película contiene un sinfín de variados momentos dignos de pasar a nuestro recuerdo ya sea por emocionantes o por ponernos los pelos de punta. Desde la secuencia en que la madre interpretada por Charlize Theron, a la que solo conocemos mediante flashbacks, decide abandonar a su familia después de reprochar a su marido que fuera incapaz de realizar un suicidio altruista con todos ellos, hasta el emocionante encuentro con el viejo y desvalido errante que interpreta Robert Duvall pasando por las espeluznantes huidas que deben emprender padre e hijo de los caníbales con los que se van topando.
“The road” es, sin lugar a dudas, una de las películas más fascinantes y terroríficas de los últimos años que se distancia de forma muy agradecida de esos films catastróficos y apocalípticos que nos invaden como una lluvia de meteoritos dejándonos siempre un montón de secuencias de destrucción a base de 3d y muy poco cine.


(1)Hay una secuencia antológica en la película referente a una lata de un conocido refresco que los protagonistas encuentran en una máquina de vending sobre la que existe una anécdota que Viggo Mortensen tuvo ocasión de explicarnos en rueda de prensa: Según parece la marca de refrescos en cuestión no estaba de acuerdo en que su bebida apareciera en la película debido al tipo de film que se trataba y tuvo que ocuparse el propio Viggo Mortensen de hablar con los responsables de la compañía en cuestión para convencerles de que su marca saldría beneficiada con su presencia en el film. Para ello, grabaron la misma secuencia con varios refrescos distintos y enviaron el montaje de la misma a la empresa para que compararan unos con otros. El propio Viggo admitió que tal vez se esforzaron un poco más en hacer emotiva la secuencia cuando se utilizaba el refresco de aquélla marca que finalmente accedió a aparecer en la película.

4 comentarios:

Hochi dijo...

Si una película tiene un guión de mierda, seguramente saldrá una película de mierda. En cambio, si una película tiene un buen guión, PUEDE resultar una buena película. Lo mismo cuando el guión se basa en una novela. En general la bazofia tiende a encarnarse en bazofia, así como las obras maestras tienden a encarnarse en grandes películas. La carretera es una pequeña obra maestra.

dude dijo...

No es la primera reseña favorable que veo de esta cinta. Y ganas la tengo. Cuando la vea volvere para leerla.

Salu2

Nu dijo...

Ya veré si la veo...
Bueno, tengo un premio para ti!! pásate por mi blog y lo recoges!
XoXoXo

El Gran C dijo...

HOCHI: De acuerdo contigo aunque solo en parte. A veces una historia sencilla y sin mucha profundidad gana al ser adaptada al cine, precisamente porque a veces, tratar de adaptar toda la complejidad de una gran novela es imposible. Mira por ejemplo lo que ocurre con Stephen King, que sus relatos cortos, mucho menos ambiciosos y más simples, acostumbran a dar lugar a grandes películas mientras que sus supertochonovelas se hunden en la miseria al llevarse a la gran pantalla (salvo excepciones).
En este caso, y hablo sin haber leído la novela, creo que se ha hecho un buen trabajo cinematográfico.

DUDE: Creo que te gustará. Al menos se sale de la línea del cine catastrófico o de zombies/infectados que ya empieza a cansar.

DCV: Muchas gracias por el premio. Intenté dejarte un comentario en la entrada de tu blog pero no se me abría la ventana para poderlo hacer.
Lo intentaré otro día desde un pc distinto ya que ahora estoy en una biblioteca... ;) Saludos!