lunes, febrero 25, 2008

BODIES... THE EXHIBITION; LA MUERTE OS SIENTA TAN MAL


Cuando el Joker secuestra a Vicky Vale y se la lleva al museo de arte en el primer Batman (el de Tim Burton), hojea delante de ella su album de fotos menospreciando su trabajo hasta que, de repente, llega a una página en la que hay varias fotografías de cadáveres que la joven periodista llevó a cabo en el escenario de una guerra. El Joker, maravillado ante esas fotos la felicita y, poco después, le comenta que él mismo también es un artista. Un artista que hace arte cuando alguien muere. Ya sea quemándolos con ácido, electrocutándolos o intoxicándolos con cosméticos que dejan cadáveres sonrientes.
Otro personaje algo más real llamado Ed Gein, mató a varias personas en su localidad y, con sus restos, fabricó todo tipo de instrumentos y mobiliario no exentos de cierta inquietud artística. La labor de este demente dio lugar a varias películas ("Ed Gein" y "La matanza de Texas", por ejemplo) en las que se destacó siempre esta faceta artística del personaje.
El asesino Hannibal Lecter de "El silencio de los corderos" también tiene su faceta artística. A pesar del estrés que debe causar el llevar a cabo una fuga, se permite perder el tiempo crucificando a uno de su carceleros de tal manera que parezca una mariposa con las alas abiertas. O matar a un delator recreando el ahorcamiento con las tripas fuera de un histórico traidor de la Florencia renacentista.
Queda claro pues, que lo de hacer arte con la muerte es algo que se ha explotado en el cine y, al parecer, ahora también fuera de él.
La exposición “Bodies… the exhibition”, muestra una serie de cadáveres (y pedazos de cadáveres) en distintas vitrinas y pedestales con sus órganos internos a la vista para disfrute y deleite de quienes quieran contemplarlos. Obviamente, una exposición como esta requería de una coartada altruista para ser presentada, y es por eso que oficialmente la muestra se vende como una forma de observar el cuerpo humano como nunca se había hecho antes. Una excursión que ningún colegio puede perderse por su alto nivel educativo, por ejemplo. No obstante tantas buenas intenciones, la entrada normal no baja de 18 euros. Y en el fondo es justo. Se vende como museo pero se paga como espectáculo. Lo que realmente es.
Un servidor fue a ver dicha exposición el pasado fin de semana y, después de meditar sobre lo que allí había, solo puedo decir que en la mayoría de piezas nunca me sentí más lejos de acercarme al cuerpo humano.
Me explico. El tratamiento al que han sido sometidos esos cuerpos hace que lo que realmente vemos sea más parecido a unos sofisticados maniquíes que a una persona muerta. La elasticidad, el brillo, la textura,… todo se ha perdido. Solo quedan la forma y los volúmenes (que tampoco son reales debido a que el líquido que inyectan a los cuerpos les da una rigidez de la que carecerían, como amablemente explica una de las trabajadoras de la exposición que te ofrece la posibilidad de coger y tocar un hígado tratado con la sorprendente solución plastificadora).
A pesar de que algunas de las piezas, sobretodo la sección de fetos, llevan un aviso sobre su posible capacidad de sugestión por si alguien no quiere mirarlos, lo cierto es que la sensación que produce la contemplación de casi todo lo que hay allí es la misma que la que tendríamos al ver un puñado de muñecos a tamaño gigante del clásico juego de Anatomía. Tanto es así que ni siquiera se han cuidado de intentar mantener limpios los cuerpos, y puede apreciarse perfectamente el polvo que se acumula sobre ellos, como si de simples trastos se tratara. La mayoría de ellos, ni siquiera están preservados dentro de urnas sino que cualquiera puede acercarse y tocarlos (lo cual ocurre a menudo a pesar de los cartelitos que ruegan que no se haga).
¿Qué pretendía realmente el autor de esta exposición? ¿Enseñarnos el cuerpo humano tal y como es por dentro? Lo hemos visto en documentales y en recreaciones en 3d que, visto lo visto, resultan más reales que la propia realidad que el autor de Bodies nos propone. ¿Es arte entonces? Si es así, hemos cruzado la frontera que el propio H.R. Giger no había saltado aún.
Si el austríaco modela esculturas con cráneos y huesos que en realidad son de materiales sintéticos o de animales, el autor de Bodies se ha arriesgado finalmente con la materia humana real. La única barrera ¿autoimpuesta? ha sido darle a todo ello un trasfondo científico y una coartada ética que además viene avalada por el compromiso a incinerar los cuerpos una vez haya acabado la exposición. ¿Pero seguro que no estamos ante el inicio de una nueva tendencia artística? Los cuerpos que vemos en Bodies fueron donados y se permitió que fueran sometidos a la técnica que ha permitido conservarlos de esta manera. ¿Significa eso que, donación mediante, habrá nuevas exposiciones con fines puramente estéticos o artísticos? ¿Podré yo mismo donarme para que un artista con menos escrúpulos haga de mi cuerpo una obra de arte imperecedera? ¿Reaccionaríamos igual ante una lámpara fabricada con huesos y piel humana si su artífice fuera un asesino demente que si fuera un artista consagrado? Si la respuesta es no, entonces falta muy poco para que veamos la secuela de Bodies. Y seguro que será mucho más interesante.

lunes, febrero 18, 2008

UNA TIENDA MAJICA, PERO NO MÁGICA.


Hay películas que parecen haber sido pensadas para ofrecerlas una tarde de sábado y, a ser posible, en navidad. Me refiero a todas esas películas cargadas de buenos sentimientos, de niños, de adultos que se comportan como niños, de juguetes y de magia. Y no solo de magia de esa de “abracadabra” sino de magia de la que te alcanza el corazón y hace que, durante unos momentos, te olvides de que estás viendo una película y dejes que te afloren las lágrimas y recuerdes tus años de muchachito alegre y corretón.
“La tienda mágica de Mr. Magorium” no es una de esas películas.
A su pesar.
Porque lo pretende. Lo busca. Lo intenta por todos los medios. Contiene todos los ingredientes para alcanzar ese nivel de sensiblería efectiva y, sin embargo, se queda en sensiblería a secas.
Hay quien dirá que otro gallo cantaría si la película la hubiera dirigido un Tim Burton, o incluso el Barry Levinson que se puso detrás de la cámara en Toys (que me encanta, por cierto), pero en realidad creo que el producto no daba para más.
La historia del vendedor de ilusiones que contagia con su alegría y su bondad a cuantos entran en su tienda, la del joven ejecutivo que ha olvidado su niñez y necesita una buena dosis de juegos y chiquillería para volver a ser un tierno infante y la de la jovencita que perdió el talento cuando dejó de soñar, no solo suena a requetevisto, sino que además ha de saber llevarse o se cae en el aburrimiento.
Y eso es justo lo que sucede.
Entre los pocos aciertos destacaría la estructura de la película en forma de capítulos de un libro, con cortinillas de paso de página incluidas (como en “El golpe”), aunque la traducción al castellano se encargara de destruir la rima que da título a cada uno de esos episodios y al de la película en sí (en el original inglés: Mr. Magorium Wonder Emporium). También el uso de la profundidad de campo con fines cómicos en algunas secuencias al que, desgraciadamente, no acompaña un mayor virtuosismo en los movimientos de cámara. Algo que pedía a gritos una película como ésta, que debía ser mucho más animada.
Respecto a la labor de los actores ¡pues qué decir! A la Portman el papel de jovencita soñadora y encantadora que no acaba de encontrar su sitio le va como anillo al dedo (creo que ni interpreta). Al que hace de ejecutivo contable (no me molesto en buscar su nombre por internet) parece que la cara de alelao le venía de serie, así que da el pego perfectamente. Y de Dustin Hoffman… pues empiezo a pensar que en el fondo le va hacer el payaso y en su caso, tropezar dos veces con la misma piedra.
También hay un cuarto personaje principal, un niño que no tiene amigos y bla, bla… pero en el fondo pinta muy poco, por lo que, si los guionistas no acabaron de darle entidad suficiente al personaje, por qué iba a hacerlo yo en esta crítica.
Viendo “La tienda mágica…” sabes que la intención de sus creadores era la de dirigirla al público adulto sin olvidarse de los niños. Algo así como hizo Spielberg con Hook. Pues bien, el resultado ha sido muy parecido que el de aquélla. En mi opinión, no creo que guste ni a los unos ni a los otros. (A propósito; no tengo ni idea de que tiene que ver la cadena de jugueterías esa con la película… porque no se parecen en lo más mínimo).

PD: No olvideis pasaros por The last ones, la única novela blog de internet donde tú puedes decidir qué sucederá a continuación.

martes, febrero 12, 2008

30 DÍAS DE OSCURIDAD; SE VE BIEN


Cuando uno se tropieza en la televisión con el trailer de “No es país para viejos”, las imágenes pierden algo de su importancia y lo que resuena en nuestros oídos es lo que ya sabemos de dicha película; que es de los hermanos Cohen y que Javier Bardem es uno de sus protagonistas. Con estas credenciales, poco importaría si el trailer fuera una sobreimpresión de estos nombres sobre fondo negro. El interés estaría garantizado igualmente.
Con "30 días de oscuridad" ocurre casi lo contrario. Para empezar es una película claramente de género, que se inspira en un cómic, y cuyos protagonistas no son precisamente de los que hacen que el público acuda en masa. De hecho, "30 días de oscuridad" tiene todos los ingredientes para ser tomada con desdén y acudir al cine, si es que se va, lleno de prejuicios (porque las últimas películas de vampiros no han sido buenas, porque no haga justicia al cómic,…).
¿Pero es "30 días de oscuridad" una película de vampiros? En este género hemos visto ya a criaturas atormentadas por su pasado y por su incapacidad de amar ("Drácula"), a seres hermosos y tristes condenados a la eternidad ("Entrevista con el vampiro"), a chupasangres violentos con ansias de dominar el mundo ("Blade"), a hermosos guerreros que libran batallas a la sombra de nuestra sociedad ("Underworld"), a chicos perdidos con malas compañías ("Jóvenes ocultos"), a falsos vampiros que se pasean con colmillos de plástico ("Besos de vampiro"), a reductos de una civilización desaparecida ocultos en el desierto mexicano ("Abierto antes del amanecer"), etc,…
En 30 días después, los vampiros que asolan el aislado pueblo de Barrow, parecen en cambio mucho más emparentados con los muertos vivientes de Zack Snyder o con los infectados de "28 días después" que con ninguno de los anteriores. Veloces, con un ansia por matar y devorar a sus víctimas implacable, deformes, apenas comunicativos… De no ser por que existe un líder (el único al que oímos hablar aunque en una lengua muy extraña) y porque se aprecia un cierto nivel de organización en sus ataques, la diferencia con los infectados de REC apenas sería perceptible.
Por si fuera poco, buena parte de la película se plantea de la misma manera que cualquier film de zombies. A saber, un grupo reducido de personas se refugian en un lugar cerrado mientras son asediados por las terribles criaturas del exterior.
Pero a pesar de todos estos planteamientos, "30 días de oscuridad" no se ve perjudicada sino, muy al contrario, se beneficia de vampirizar estas estructuras. Consigue, lo que no lograba ninguna película de vampiros desde hacía mucho tiempo; que no te entren ganas de ser uno de ellos y que les tengas miedo. Dejan de ser decadentes personajes de novela gótica y vuelven a ser terroríficos no-muertos de los que nadie sabe como protegerse ni atesora valor suficiente para enfrentarse a ellos. No en vano, a pesar de que en algún momento se utiliza el término “vampiros” para referirse a los furiosos atacantes del pueblo, nadie llega a sugerir nunca el uso de crucifijos, agua bendita o estacas. En el fondo, son tratados como un grupo de violentos criminales sin escrúpulos que para colmo resultan ser inmunes a las balas.
Uno de los principales aciertos de la película, en mi opinión, es la iluminación. Resulta curioso que en una película que se llama “30 días de oscuridad” (“30 días de noche”, en el original inglés) y cuya premisa argumental es precisamente la ambientación de toda la trama en un lugar donde la noche se extiende durante más de cuatro semanas, se vea todo tan bien. Pero así es. A pesar de que el enviado de los vampiros se ocupa de dejar sin luz eléctrica el lugar y por lo tanto debería haber una oscuridad total al caer el sol, se aprecia todo perfectamente. ¡Y sin embargo tienes la sensación de que es de noche! Quizá para algunos este sea un error de adaptación del cómic (que es mucho más negro) o de impericia del director de fotografía, sin embargo se agradece poder ver la película en lugar de tener que intuirla, como sucede con muchos films de terror en los que tanta oscuridad es sospechosa de usarse en realidad para encubrir el escaso presupuesto sobre el que se apoyan.
Entre los errores más llamativos estarían la incapacidad del director por crear sensación de paso del tiempo. Al parecer, transcurren la friolera de 30 días durante la duración de la película pero se tiene la sensación de que todo suceda durante una sola noche. (Para que lo que acabas de leer no suene como una tontería, sustituye “días” y “una sola noche” por su equivalente en horas). También sobran detalles como el del inhalador del protagonista, circunstancia de la que no se sabe nada hasta que la película atraviesa su mitad y tan desaprovechada que no se sabe por qué se ha incluido. No se comprende tampoco cómo es que en un lugar tan pequeño el grupo de supervivientes puede permanecer oculto durante tantos días sin que los vampiros les encuentren y, más aún, cuando en ocasiones corren por las calles a por víveres o para trasladarse a otros edificios.
Si hablamos del cómic, que leí hace ya bastante tiempo, tengo que reconocer que la película me ha dejado mejor sensación que aquél. Su dibujo tosco, casi esbozado, el reparto del color a brochazos y el hipercontraste del negro con el azul y el rojo no me transmitieron inquietud alguna, y su lectura a pesar de no ser muy densa, se me hizo incluso tediosa. No puedo decir lo mismo de la película donde, como ya indiqué antes, el uso del color y del contraste está mucho más equilibrado y no parece haberse pretendido alcanzar al cómic en ese aspecto (como se hizo con 300, de Zack Snyder). Está claro que lo que le interesa al director de “30 días de oscuridad” no es tanto la estética plástica del cómic como la historia que explica.
No voy a engañar a nadie diciéndole que 30 días es una estupenda película de terror y que se pasa mal viéndola. Si tienes más de 15 o 16 años probablemente te afecte tanto como ver "Abierto hasta el amanecer", a pesar de que en "30 días" se ha eliminado toda concesión al humor y su tono trágico se mantiene desde sus primeras imágenes hasta su hermosa y estremecedora secuencia final. No obstante es un film que se disfruta y que contiene algunos momentos de gran poder visual (las vistas aéreas del pueblo nevado antes del ataque, la llegada de los vampiros al pueblo aniquilando a todos los que encuentran a su paso en plano cenital, la lucha encarnizada entre los vampiros y la máquina que conduce uno de los supervivientes, la pelea en el parque entre el protagonista y uno de sus conciudadanos en plena transformación, la ya mencionada secuencia final…).
¿Es la mejor película sobre vampiros que se ha filmado? No. Pero le da patadas a subproductos como "Underworld" o "Blade".

martes, febrero 05, 2008

MALA TELEVISIÓN, TELEVISIÓN MALA


Cuando apareció la televisión, el cine sufrió una auténtica crisis. Ahora, con los sistemas de cine en casa, las grandes salas vuelven a notar el azote de las pequeñas pantallas. Quizá por eso los aparatos de televisión siempre son, en las películas de terror, un objeto peligroso e inquietante y, muchas veces, el encargado de propagar el mal o, directamente, su fuente.
El televisor, como aparato receptor de ondas, ha sido utilizado en varias ocasiones como mecanismo con el conectar con el más allá, por ejemplo. Pero también ha habido películas que han utilizado a la televisión como aparato en el que mostrar los más descabellados y atroces programas, en lo que podría ser una anticipación del devenir de nuestra parrilla televisiva. Si hace diez o quince años era extraño ver a gente golpeándose o insultándose en un plató, hoy es algo bastante común, por ejemplo. Tampoco nos son ajenos los programas concurso donde, de alguna manera, se humilla o se agrede al concursante, aunque sea sin causarle daños físicos. ¿Quién dice que esta escalada no nos llevará a ver, en un futuro no muy lejano, programas y concursos aún más duros y violentos?
Por lo pronto, y en este sentido, podemos recordar la película "Rollerball", que hace unos años tuvo su propio y triste remake, y que ya nos mostraba el éxito que podía tener la exhibición de una competición deportiva en nuestras pantallas. Especialmente si había una buena dosis de violencia en ella. También podríamos recordar los cortes que Paul Verhoeven introdujo en Robocop o en Starship Troopers, donde la televisión estaba inundada de violencia, desde los anuncios publicitarios hasta las noticias y el resto de la programación. En esta misma línea, Arnold Schwarzenegger protagonizó a finales de los 80 Perseguido, adaptación más o menos libre de un relato de Stephen King, en el que un concurso de televisión da la posibilidad a algunos reclusos seleccionados de recuperar su libertad a cambio de participar en él. Todo muy progresista, de no ser porque en dicho concurso deberán huir de sádicos armados con sierras mecánicas, lanzallamas y demás instrumental homicida mientras el público aplaude y apuesta para saber cuál de esos asesinos acabará antes con el concursante.
Esta misma vertiente de los programas concurso sádicos fue aprovechad también, aunque en tono de comedia, en la película "Permanezca en sintonía" con John ritter de protagonista.
En un tono más perverso (y pervertido) David Cronenberg nos mostró la capacidad de hipnosis que puede tener la violencia contemplada en una pantalla de televisión en su clásico Videodrome. En esta ocasión, será un productor de televisión el que sintonizará de forma accidental con una extraña emisión en la que se exhiben toda clase de atrocidades a las que queda enganchado como espectador, hasta el punto de acabar formando parte de la emisión (y del emisor) en lo que es una de las mayores muestras de la corriente artística denominada como “nueva carne”. Para el recuerdo, algunas de las inquietantes y desagradables secuencias de la película como aquella en la que el protagonista, James Woods, pierde una pistola dentro de su propio cuerpo o, aquella otra, en la que unos labios voluptuosos y sensuales “se salen” de la pantalla del televisor incitándole a seguir mirando.
Sin embargo, y como ya he dicho al principio, son las posibilidades de contactar con el más allá las que más se han explotado en el cine con respecto a los aparatos de televisión.
Sin lugar a dudas el mayor y más famoso ejemplo en este sentido es Poltergeist. La familia de la película desconocía que habían construido su casa sobre un cementerio pero, lo que nunca hubiera podido imaginar, era que los espíritus de los cadáveres allí enterrados, se pondrían en contacto con su hija pequeña a través del televisor. La frase “Ya están aquí” pronunciada por la pequeña Caroline, mientras mira la nieve de la pantalla del televisor, es todo un mito gracias a este film.
Esta misma idea se utilizó, con no tanto acierto, en la película White noise donde un Michael Keaton en horas bajas trataba de comunicarse con los espíritus haciendo servir precisamente esta nieve que envían los televisores cuando no tienen ningún canal sintonizado correctamente. Gracias a la película algunos nos enteramos de que existe toda una técnica desarrollada en parapsicología para contactar con el más allá haciendo servir precisamente televisores y radios.

Sin embargo, si ya es de por si terrorífico pensar que la programación que veremos en televisión dentro de unos años puede ser realmente atroz, y aún más espeluznante imaginar que nuestros aparatos pueden servir de antena de comunicación con espectros y fantasmas, ¿cómo calificaríamos la posibilidad de que algo o alguien pueda, surgir de nuestra pantalla, como si de una ventana se tratara, para matarnos?
Esta pavorosa idea tomó forma de mujer de largos cabellos negros en The ring. Sin embargo no es una idea inventada por el director japonés de dicha película. El concepto de criaturas que, directamente, emergen desde nuestro televisor para matarnos como si se tratara de un portal dimensional, ya se utilizó por ejemplo en Demons 2.
En aquel film, de visionado curioso aunque prescindible, los inquilinos de un edificio son asaltados por una especie de zombies (los Demons del título) que han invadido el inmueble después de que alguien sintonizara en su televisión una película (absurdamente, ni más ni menos que la primera parte de Demons).
No podemos pues, quitarle el mérito a The ring de ser la primera película (y la única que yo sepa) donde tan estremecedor efecto se ha utilizado con ingenio y al servicio de un film de terror con cara y ojos.

Además de todas las mencionadas, podríamos citar otras películas donde la televisión ha estado igualmente ligada al terror, la violencia o lo sobrenatural aunque de forma un tanto más indirecta (The game, Carretera perdida, Tesis, Habitación sin salida, 15 minutos o incluso REC). Pese a ello, el cine continúa perdiendo espectadores y los equipos de cine en casa aumentan sus ventas.

PD: continúa leyendo nuestra novela-blog. Recuerda que lo que tu sugieras puede alterar el cursod e la historia.

sábado, febrero 02, 2008

¿PERO CÓMO QUE NO SE SIENTE LAS PIERNAS?


Un poco para compensar la última entrada, que fue una megaentrada, y un poco porque el tema no da para más, he decidido hablar de una cuestión que me llama mucho la atención y que tiene que ver con John Rambo, que está muy de moda ultimamente.
Me refiero a eso de relacionar al personaje del ex-combatiente de Vietnam más famoso de la historia del cine con la frase "no me siento las piernas".
¿De dónde sale esto? Os puedo asegurar que no sale de ninguna de las películas de la saga de Rambo. Ni en Acorralado, ni en Rambo, ni en Rambo III el personaje de John dice nunca esas palabras ni ninguna que se les parezca.
En realidad, esa frase la hizo famosa un paraodiador del personaje que era colaborador en un, no menos famoso, programa presentado por Pepe Navarro.
Sin embargo, la frasecita de marras ha calado tanto que incluso cuando Silvester Stallone es invitado a algún programa de nuestra televisión, como ocurrió la semana pasada en El hormiguero, el presentador de turno no tiene inconveniente en soltársela. Yo creo que el pobre Silvester no debe entender a qué se refiere el entrevistador y mucho menos la risa del público. Lo más gracioso de todo es que me temo que tanto el presentador como muchos de los del público creen estar diciendo algo que el personaje de Rambo pronuncia en alguna de las películas y que Stallone así lo entiende.
El que sin duda debe estar riéndose, es Santiago Urrialde que ha conseguido que sus frases para el personaje de Rambo se conozcan más que las originales de la película.
El sueño de cualquier frikazo.