martes, octubre 30, 2012

SITGES 2012 - THE LORDS OF SALEM


   Rob Zombie sorprendió a propios y extraños con su película debut de 2003 “La casa de los mil cadáveres” (House of 1000 corpses [Rob Zombie, 2003]). Su textura sucia y plagada de filtros coloristas que bebían de la pasión de su autor por los fanzines y los collages fotográficos con los que adornaba sus álbumes musicales (Rob Zombie era el líder de la banda de metal “White Zombie” y también publicó dos álbumes en solitario bajo su propio nombre) así como una puesta en escena y un guión plagado de guiños y referencias a películas clásicas (no solo de terror) de los años setenta, hicieron que la crítica dirigiera su mirada hacia él a pesar de no cosechar un gran éxito de público. 


   Superado el examen inicial Zombie revalidó su talento con una secuela a contracorriente de su primera película a la que tituló “Los renegados del diablo” (The devil’s rejects [Rob Zombie, 2005]) donde dejaba a un lado el terror de casa con familia psicópata y disfuncional cepillándose cualquier rastro que pudiera relacionarla con el fantástico (adiós al Dr. Satán y sus sádicos experimentos) para embarcarse en una delirante “road movie” en la que los tres miembros más carismáticos de esa letal familia que conocimos en la primera película, emprende una huida en la que son perseguidos por el no menos psicópata sheriff al que daba vida Bill Moseley. Desdibujando la frontera entre ley y crimen, bien y mal y presentando un mundo en el que la violencia era omnipresente donde quien a hierro mata a hierro muere, Zombie nos regaló algunos de los momentos más conseguidos de su filmografía y volvió a ganarse a la crítica a costa de no llegar a un gran público. Sus películas ya eran carne de festival especializado, maratones nocturnas y público “exquisito”.


   Finalmente sucede lo que tenía que suceder. Zombie es invitado a llevar a cabo el remake de un clásico entre los clásicos del cine de terror, “Halloween” de John Carpenter. Consciente de que pisa un suelo resbaladizo pero que un buen trabajo puede situarle al fin en primera línea dentro del género al que lleva dedicándole los últimos años de su trabajo acepta pero se asegura su participación directa en la confección del guion. Gracias a eso, la película resultante deja de ser una reconstrucción y actualización al uso del célebre film de Carpenter y se transforma en un film con dos partes, una primera con un claro sello Zombie (el relato de como el joven Michael Myers crece en una familia violenta y retrógrada y como él acaba convirtiéndose en un asesino, encerrado en una institución mental donde es manipulado por un psicoanalista en busca del éxito editorial y como, finalmente sale de allí convertido en una máquina de matar) y otra mucho más complaciente tanto con el público como con la obra original donde el director se limita a repetir algunas de las secuencias más recordadas de aquélla. El resultado final es un gran éxito de público pero las primeras suspicacias entre la crítica que comienzan a intuir una domesticación del enfant terrible del cine de terror americano.


   Inconformista y no demasiado contento con el resultado final de “Halloween” donde a pesar de su mano sobre el guión estaba limitado por el tributo al clásico, Zombie acepta filmar una continuación (Halloween II, Rob Zombie, 2009) en la que solo él se encarga de escribir el libreto. El resultado es el de una película que nada tiene que ver con la continuación que tuvo el Halloween original (aquí titulado “Sanguinario”) y que hace del tenebrismo, de la violencia expeditiva y de cierto onirismo (al que algunos atribuyen su fracaso comercial) su carta de presentación y también el finiquito para su visión del personaje de Michael Myers al que da muerte, entendemos que definitivamente, al final de la película. Como decía antes, las alucinaciones y visiones del personaje y un cierto ambiente onírico en todo el relato pudieron provocar el rechazo por parte del público que esperaba algo menos aplicado estilísticamente y más acorde a los tiempos que estaba marcando el género con películas como “Destino final” o “Saw” (personajes masacrados uno tras otro a ser posible de la forma más estrafalaria posible). Tan mal resultado de taquilla hizo que la película no llegara a estrenarse en nuestro país y de hecho no lo hiciera ni siquiera en DVD hasta hace apenas un año.


   Si añadimos a la debacle comercial de su Halloween 2 el que su siguiente film “The haunted world of el Superbeasto” (Rob Zombie, 2009) fuera una película de animación de bajísimo presupuesto y sobre un personaje completamente desconocido en  nuestras latitudes, no es de extrañar que muchos de sus seguidores consideraran la carrera de Rob Zombie más muerta que su apellido.  


   Pero aquí estamos, 2012, tres años después y en Sitges podemos disfrutar de su nuevo trabajo con el que Zombie pretende regresar por la puerta grande. El Festival no  ha escatimado en elogios y nos ha preparado hablando de una película dura y muy terrorífica. Dos de sus actrices protagonistas que han hecho acto de presencia en certamen, las veteranas Dee Wallace y Meg Foster, se refieren al film como una película muy distinta a lo que nos ha tenido acostumbrados su director y que le sitúa en un nivel superior. En definitiva, parece que nos encontramos ante la película culminación de Zombie en la que podremos ver un producto no destinado únicamente a sus más acérrimos aficionados sino una película que lo colocará en el lugar de privilegio en el que están obras como “El exoricsta”, “El resplandor” o “La semilla del diablo”.


   Dos horas después las luces se han encendido y ante nuestros ojos ha sucedido cualquier cosa menos ese milagro que se nos había anunciado. Hemos visto el culo de Sheri Moon Zombie por enésima vez (no hay película en la que el director no aproveche para recorrer con su cámara la agraciada anatomía de su mujer, si bien hay quien mantiene que en esta ocasión es un plano justificado como dice Tomas Fernández Valenti en su entrada sobre esta película), hemos visto a un cura que recibe una felación, una inquietante y brujeril presencia en un edificio poblado por unas señoras no menos brujeriles, una representación del diablo en forma de bebé gordo y deforme con tentáculos fálicos, oscuros ministros de la iglesia tocándose sus partes mientras la chica de la película cabalga una cabra, etc,…


   Sería injusto por mi parte decir que la película es un galimatías sin sentido donde lo único que se busca es la provocación fácil a partir de las imágenes que he descrito en el párrafo anterior. Pero no sería menos injusto no mencionar que son esas y no otras las secuencias que acaba uno recordando de un film que prometía mucho en su inicio pero que se desinfla, o se infla en este caso, demasiado hacia su desenlace. Sin entrar a desarrollar demasiado el argumento del film diremos que su primera mitad, y tras un prólogo muy inspirado y prometedor con aquelarre medieval filmado de una forma muy realista, propone una película de terror intimista y hasta minimalista. Con apenas dos o tres escenarios y algún exterior nocturno seguimos la rutinaria pero acomodada vida de la protagonista que no es sino una locutora de radio en un programa sobre música metal. Las cosas empiezan a torcerse cuando ésta recibe una carta con un disco en el que hay grabada una extraña música que hace que las mujeres del pueblo, la mítica Salem, entren en una especie de éxtasis y que a élla le afecta aún de una forma más aguda haciendo que su conducta se vuelva errática y, además, comience a tener visiones sobrenaturales a las que cree que puede combatir sumergiéndose de nuevo en las drogas, algo que había abandonado con la ayuda de su novio (locutor en el mismo programa) hace años.
   Sin embargo, todo este cóctel en el que como se ve hay cabida para muchas interpretaciones y caminos distintos (psicológicos, sociales, propiamente fantásticos,…), son dirigidos en la última media hora hacia la provocación más explícita, la que convierte a Sheri Moon Zombie en la novia elegida por el Diablo (con ello supongo que la actriz cumple un sueño de infancia) y somete al espectador a ese bombardeo de imágenes delirantes y, en ciertos momentos, ridículas donde se combina tenebrismo al estilo de El Bosco, el réquiem de Mozart  y un catálogo inagotable de presencias espectrales que bastarían para completar un capítulo adicional en la referencial obra sobre lo abyecto de Umberto Eco “Historia de la fealdad”.


   Creo que Zombie pretende realmente dar ese paso adelante y creo que en cierto modo lo consigue. Creo también que esta es probablemente su película más personal y en la que ha tenido menos en cuenta al público, ni siquiera a “su público”. No obstante, es una película llena de asperezas con un final muy deslavazado y que probablemente funcionaba mucho mejor en la imaginación de su autor que una vez cobró vida en celuloide. Su particular visión del satanismo y todo lo que rodea a la figura del Diablo no están exentas de originalidad y frescura pero su representación no alcanza el nivel esperado y, como ya dije en un párrafo anterior, se llega a caer en el ridículo al querer pervertir de un modo un tanto naif la institución de la iglesia y lo que la rodea con provocaciones sexuales pasadas de rosca. 


   Tal vez Zombie haya querido alcanzar un nivel superior con este film pero a mi entender, lo que ha logrado, es convertirse en un director aún más minoritario y mejor apreciado por los estudiosos del cine de género, un cineasta de culto, una rara avis en el panorama actual del fantástico americano. Con sus luces y sus sombras Zombie nos ha brindado una película que demuestra que, en efecto, su cine está tan muerto como su apellido. Muerto viviente.  

jueves, octubre 25, 2012

SITGES 2012 - AFTERSHOCK


  Siempre se ha dicho que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Y oye, si hay alguien que confirme este dicho ese es sin duda Eli Roth porque, gracia no tiene ninguna, pero está claro que ha conseguido labrarse un camino en el difícil mundo del arte cinematográfico gracia a haber caído en gracia. Reconozcámoslo, si no hubiera sido porque a Quentin Tarantino le cayó bien el muchacho muy difícil lo hubiera tenido este hombre para llamar la atención de nadie por más que ahora haya voces reivindicando su opera prima (Cabin Fever [Idem, Eli Roth, 2002]) como una pequeña obra maestra del género. Lo siento pero no.
   Curiosamente ese apadrinamiento por parte de Tarantino parece haber calado tan hondo en Roth que él mismo se ha decidido a devolver el favor haciendo también de padrino para otro joven director de cine fantástico, en este caso al chileno Nicolas López, un completo desconocido en el panorama internacional a pesar de tener ya varios trabajos para cine y televisión en su currículo. Como decía, la presencia de Roth en el film y su colaboración activa en toda la producción parece pretender insuflar un halo de calidad a una película que hace aguas la mires por donde la mires.
   “Aftershock” narra el periplo de un trio de hombres de esos que ya ni son jóvenes ni adultos sino que se encuentran en ese estado intermedio en el que ya han asumido las responsabilidades propias de la madurez (pareja estable, trabajo de cierta importancia,…)pero continúan sintiéndose demasiado jóvenes para despedirse por completo de la fiesta, el alcohol y el mujereo. Así pues, el film comienza con un plano del personaje que interpreta Eli Roth haciendo el gili en una discoteca de la capital chilena tratando de ligar con cualquiera de las jovencitas que menean el culo en la pista. Su personaje es el de un americano que ha sido invitado por otro de los hombres a pasar allí unos días aprovechando la buena situación económica y los contactos entre la gente de la noche que tiene el tercero de ellos, que prácticamente le garantizan lo de echar una canita al aire.
   Tras un buen rato de estupideces en la discoteca el trio consigue entablar amistad con, mira que bien, otro trio de chicas de buen ver que están allí haciendo turismo. Juntos marchan los seis a visitar distintos lugares de Chile haciendo especial hincapié en los clubs y discos en los que tanta mano tiene el personaje anteriormente mencionado. Todo funcionará perfectamente hasta que, vista ya más de la mitad de la película, se desate un terremoto que provoca una gran destrucción en la zona en la que se encuentran nuestros protagonistas, situación que se complicará aún más cuando, fruto de los estragos del movimiento sísmico, los violentos presos de una cárcel queden libres y campen a sus anchas por las oscuras calles de la ciudad, sucediéndose a partir de entonces varios momentos de gran violencia, persecuciones, tiroteos, violaciones y, por qué no, hasta un tsunami.
   El problema fundamental de toda esta función está en el tono del film y me explico. Cuando Alfred Hitchcock rodó “Psicosis” dividió su película en dos de tal manera que la primera parte nos planteaba una trama de hurto y huida para, después y de forma inesperada, presentarnos una película de terror con asesino psicótico. Robert Rodríguez y Tarantino, mentor de Roth del que no parece haber aprendido gran cosa, planteó una trama de atracadores y huida en la primera mitad de “Abierto hasta el amanecer” para trocarla más tarde en una de vampiros y comedia-gore. Aunque en ambos ejemplos la película cambia de forma radical como ocurre en “Aftershock”, el tono no varía o lo hace levemente. En Psicosis nunca se abandona el tono grave, de seriedad, de que estamos viendo una película que trata de algo escabroso y que encuentra en su música un gran aliado. En Abierto hasta el amanecer, el violento comportamiento de sus protagonistas en la primera mitad contrasta con determinados momentos de humor negro que suavizan el tono y mantienen al espectador a la expectativa haciendo que no se tome demasiado en serio lo que está viendo y, por lo tanto, tampoco lo que va a venir.
   Aftershock fracasa completamente al ofrecernos una primera mitad que es algo así como una comedia de adolescentes estúpidos americanos sin adolescentes y con un solo americano estúpido, para cambiar de repente a un film de catástrofes con situaciones aberrantes y sórdidas en las que no hay ni un solo guiño o lugar para el distendido tono del principio. La conclusión es que el espectador queda totalmente descolocado y ya no puede tomarse en serio lo que está viendo por más crudo que se quiera presentar. Si era un experimento de guión no ha funcionado y si fue una decisión de dirección tampoco.
   Dado el escaso tirón comercial que pueda aportar la presencia de Eli Roth en el reparto, dudo mucho que esta película llegue a estrenarse comercialmente en nuestro país a no ser directamente en DVD. Y aun así no la recomendaría.

lunes, octubre 22, 2012

SITGES 2012 - LO IMPOSIBLE


   Yo no soy ningún fan de “El orfanato”. La vi en su momento y me pareció un film mediocre, a medio camino entre el drama y el terror pero con una tendencia clara hacia la lágrima que encontraba en Belén Rueda el mejor instrumento para esa exposición exacerbada de sentimientos, algo que en mi cuadrícula del cine fantástico y de terror en concreto, no acababa de encajar.
   El nuevo film de J. A. Bayona ya es otra cosa. Liberado de la tendencia hacia el fantástico facilón que había emprendido nuestra cinematografía con un montón de títulos (olvidables en su mayoría) al rebufo de la frescura  con la que desembarcaron en su momento gente como Alejandro Amenábar o Jaume Balagueró, el director catalán se ha enfrascado en un film dramático en el que no necesita ni de fantasmas ni de sustos del más allá, ya que el horror le viene servido por la propia naturaleza.
   “Lo imposible” es una película que impresiona por su factura (probablemente estemos ante la producción nacional más aplicada y comercialmente llamativa de la historia de nuestro cine) pero también por lo bien rodada que está, lo cual no es sólo mérito del propio Bayona sino también de los responsables de producción que entendieron, o así parece, que para hacer una buena película no bastaba con cumplir en efectos especiales o llenar el reparto de estrellas internacionales, sino que también había que darle a su responsable último las herramientas que necesitara para que todos esos elementos lucieran en pantalla y cumplieran su función. Así, la planificación abunda en travellings, gruas e incluso planos aéreos que, en lugar de adornar la función como ha ocurrido en ocasiones anteriores en el erróneo pensamiento de que la espectacularidad es un valor en si mismo (ahí tenemos fiascos internacionales como “Battleship” o, en su medida, nacionales como “Agora”), son dosificados y utilizados para resaltar cada uno de los momentos que justifican su presencia.
   También me parece interesante recalcar el tono suave que Bayona aplica a su film enmarcando la película siempre dentro del drama humano y sin derivar, como hubiera sido fácil hacer, hacia una crudeza gore o un festival de horrores innecesarios que resultarían mucho menos efectivos que las sutilezas y los matices de los rostros de cuantos personajes se pasean por la película, las miradas de desesperación, de pérdida, de impotencia…
   Me parece un debate estéril entrar a discutir si era necesario o  no contar con actores extranjeros para interpretar a los protagonistas de esta película. Creo que un director debe elegir y contar para sus personajes con los que, a su entender, sean los mejores intérpretes posibles para dichos papeles. Y más allá de esta consideración, no podemos olvidar que en este mundo globalizado que en el cine además está muy centrado en el star system de Hollywood, la única forma de hacer rentable una película es tratar de llegar al mercado internacional y, nos guste o no, las estrellas siguen siendo la principal arma de cualquier distribuidor para conseguir una buena taquilla.
   “Lo imposible” puede ser criticada por ser excesivamente sensiblera (comentarios que han tenido que sufrir obras maestras como “Memorias de Africa” o “El paciente inglés”) pero a mi entender lo que tenemos delante es un drama tremendamente efectivo al que ni siquiera afecta el que el espectador conozca antes de pagar su entrada el desenlace de la historia. El drama no parte de su final y se construye alrededor de éste. En “Lo imposible” el drama es la historia en si, el viaje de sus protagonistas a los que acompañamos como privilegiados supervivientes de un desastre que no nos alcanzó físicamente pero que ahora, gracias a J. A. Bayona y su equipo nos toca directamente el corazón.

lunes, octubre 08, 2012

SITGES 2012 - JOHN DIES AT THE END



   Don Coscarelli, a pesar del aprecio que se le pueda tener dentro del mundillo del cine fantástico, no es que descubriera el agua caliente precisamente. De hecho, su filmografía es muy corta y prácticamente desconocida para el no aficionado. Su película más conocida y la que le dio la fama en este círculo fue  “Phantasma” (Phantasm, Don Coscarelli, 1979), un extraño film de terror que mezclaba terror gótico de cementerio y un particular hombre del saco (el hombre alto) con portales que se abrían a otros planetas/dimensiones y bolas de acero letales más propias de un film de ciencia ficción.
   Veinte años después y con tan solo secuelas olvidables de Phantasma, un par de películas más por medio y un episodio de la serie “Masters of horror”, Coscarelli ha venido a presentarnos un film que, utilizando distintas convenciones del cine de terror, construye una comedia divertidísima e imprescindible para todo amante del género. Más aún porque para crear sus gags no se vale del facilón recurso de la parodia que tan nefastos resultados continúa dando a la comedia americana actual (“Scary movie” (ídem, Keenen Ivory Wayans, 2000), “No es otra estúpida película americana” (Not another teen movie, Joel Gallen, 2001), etc,…) sino que se atreve con un cruce imposible entre “Las alucinantes aventuras de Bill y Ted” (Bill & Ted’s Excellent adventure, Stephen Herek, 1989),  y “El almuerzo desnudo”  (The naked lunch, David Cronenberg, 1991) consiguiendo un cóctel explosivo de risas y situaciones delirantes.
   Tras un curioso prólogo en el que un joven lucha con una especie de zombi al que no termina nunca de matar, la película comienza con ese mismo joven charlando en un restaurante chino con un señor al que interpreta nada menos que Paul Giamatti.  Toda la película se estructura entonces a partir de esta conversación en la que el joven trata de hacer entender a este señor, un periodista al parecer, que a nuestro alrededor existe otro mundo poblado por extrañas criaturas que solo pueden verse si se toma una extraña droga que él probó accidentalmente cuando su amigo John, el del título de la película, consiguió de un extraño rastafari cuando daba un concierto. Tan lisérgica experiencia les abrió la mente a los horrores ocultos en nuestra realidad y al mismo tiempo les convenció de que ellos y no otros eran los que debían luchar contra esas criaturas y evitar el posible fin del mundo.
   Un tratamiento serio de esta cuestión podría haber jugado con la posibilidad de que todo cuánto veían estos muchachos fuera tan solo producto de su imaginación como ocurría en “La escalera de Jacob” (Jacob's ladder, Adrian Lyne, 1990) y en cierta medida en “Abre los ojos” (idem, Alejandro Amenábar, 1997), donde son los propios protagonistas los que crean sus pesadillas. Pero Coscarelli no tenía intención en esta ocasión de asustarnos sino de hacernos pasar un rato divertido y ciertamente lo consigue desbordando además originalidad e imaginación en muchas de sus secuencias; el muñón de la chica que acaba siendo imprescindible para abrir la puerta fantasma, la droga que se convierte en insectos para penetrar en la piel de quien duda su ingesta, el monstruo hecho de carne y pescado congelado que surge del arcón, las intervenciones del carismático mentalista al que da vida ClancyBrown, el teléfono-perrito caliente,... Y por supuesto el chiste que propone el mismo título del film.
   Pero tampoco alcemos las campanas al vuelo. “John dies at the end” es una película friki y probablemente su éxito se circunscriba a un segmento de público no demasiado numeroso. Por suerte, y en parte gracias a películas como esta, cada vez existe un mayor gusto por el cine fantástico y un mayor conocimiento de este tipo de películas que de alguna manera se retroalimentan unas a otras con sus guiños y referencias.
   Nunca fui un gran fan de Fantasma y siempre creí que era un film que disfrutaba de una fama inmerecida, que no era más que una película mediocre con algún momento conseguido. Al ver el capítulo que Coscarelli rodó para Masters of horror quedé gratamente sorprendido y empecé a preguntarme por qué este hombre no había conseguido mantener una filmografía regular durante todos estos años.  Ahora, y después de haberle visto recoger el premio de "La maquina del tiempo", creo que ha llegado su momento y que el cambio de género y sentirse libre de la cadena de secuelas de Fantasma era lo que necesitaba. Espero con interés cuál será su próximo paso.