jueves, octubre 25, 2012

SITGES 2012 - AFTERSHOCK


  Siempre se ha dicho que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Y oye, si hay alguien que confirme este dicho ese es sin duda Eli Roth porque, gracia no tiene ninguna, pero está claro que ha conseguido labrarse un camino en el difícil mundo del arte cinematográfico gracia a haber caído en gracia. Reconozcámoslo, si no hubiera sido porque a Quentin Tarantino le cayó bien el muchacho muy difícil lo hubiera tenido este hombre para llamar la atención de nadie por más que ahora haya voces reivindicando su opera prima (Cabin Fever [Idem, Eli Roth, 2002]) como una pequeña obra maestra del género. Lo siento pero no.
   Curiosamente ese apadrinamiento por parte de Tarantino parece haber calado tan hondo en Roth que él mismo se ha decidido a devolver el favor haciendo también de padrino para otro joven director de cine fantástico, en este caso al chileno Nicolas López, un completo desconocido en el panorama internacional a pesar de tener ya varios trabajos para cine y televisión en su currículo. Como decía, la presencia de Roth en el film y su colaboración activa en toda la producción parece pretender insuflar un halo de calidad a una película que hace aguas la mires por donde la mires.
   “Aftershock” narra el periplo de un trio de hombres de esos que ya ni son jóvenes ni adultos sino que se encuentran en ese estado intermedio en el que ya han asumido las responsabilidades propias de la madurez (pareja estable, trabajo de cierta importancia,…)pero continúan sintiéndose demasiado jóvenes para despedirse por completo de la fiesta, el alcohol y el mujereo. Así pues, el film comienza con un plano del personaje que interpreta Eli Roth haciendo el gili en una discoteca de la capital chilena tratando de ligar con cualquiera de las jovencitas que menean el culo en la pista. Su personaje es el de un americano que ha sido invitado por otro de los hombres a pasar allí unos días aprovechando la buena situación económica y los contactos entre la gente de la noche que tiene el tercero de ellos, que prácticamente le garantizan lo de echar una canita al aire.
   Tras un buen rato de estupideces en la discoteca el trio consigue entablar amistad con, mira que bien, otro trio de chicas de buen ver que están allí haciendo turismo. Juntos marchan los seis a visitar distintos lugares de Chile haciendo especial hincapié en los clubs y discos en los que tanta mano tiene el personaje anteriormente mencionado. Todo funcionará perfectamente hasta que, vista ya más de la mitad de la película, se desate un terremoto que provoca una gran destrucción en la zona en la que se encuentran nuestros protagonistas, situación que se complicará aún más cuando, fruto de los estragos del movimiento sísmico, los violentos presos de una cárcel queden libres y campen a sus anchas por las oscuras calles de la ciudad, sucediéndose a partir de entonces varios momentos de gran violencia, persecuciones, tiroteos, violaciones y, por qué no, hasta un tsunami.
   El problema fundamental de toda esta función está en el tono del film y me explico. Cuando Alfred Hitchcock rodó “Psicosis” dividió su película en dos de tal manera que la primera parte nos planteaba una trama de hurto y huida para, después y de forma inesperada, presentarnos una película de terror con asesino psicótico. Robert Rodríguez y Tarantino, mentor de Roth del que no parece haber aprendido gran cosa, planteó una trama de atracadores y huida en la primera mitad de “Abierto hasta el amanecer” para trocarla más tarde en una de vampiros y comedia-gore. Aunque en ambos ejemplos la película cambia de forma radical como ocurre en “Aftershock”, el tono no varía o lo hace levemente. En Psicosis nunca se abandona el tono grave, de seriedad, de que estamos viendo una película que trata de algo escabroso y que encuentra en su música un gran aliado. En Abierto hasta el amanecer, el violento comportamiento de sus protagonistas en la primera mitad contrasta con determinados momentos de humor negro que suavizan el tono y mantienen al espectador a la expectativa haciendo que no se tome demasiado en serio lo que está viendo y, por lo tanto, tampoco lo que va a venir.
   Aftershock fracasa completamente al ofrecernos una primera mitad que es algo así como una comedia de adolescentes estúpidos americanos sin adolescentes y con un solo americano estúpido, para cambiar de repente a un film de catástrofes con situaciones aberrantes y sórdidas en las que no hay ni un solo guiño o lugar para el distendido tono del principio. La conclusión es que el espectador queda totalmente descolocado y ya no puede tomarse en serio lo que está viendo por más crudo que se quiera presentar. Si era un experimento de guión no ha funcionado y si fue una decisión de dirección tampoco.
   Dado el escaso tirón comercial que pueda aportar la presencia de Eli Roth en el reparto, dudo mucho que esta película llegue a estrenarse comercialmente en nuestro país a no ser directamente en DVD. Y aun así no la recomendaría.

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