domingo, enero 24, 2010

DESDE MI CIELO; La segunda decepción del año


Los que conocen la filmografía de Peter Jackson saben que, antes de “El señor de los anillos”, el cineasta neozelandés se las vio con presupuestos mucho más bajos y con películas mucho más gamberras como fue su trilogía gore; “Mal gusto”, “Braindead, tu madre se ha comido a mi perro” y “Meet the Feebles”. El salto al cine, digamos convencional, le vino cuando decidió adaptar al cine la historia real de dos amigas que, en una amistad malentendida en la que llegaron a perder el sentido de la realidad, acabaron tomando la decisión (y ejecutándola) de matar a la madre de una de ellas. Dicha película titulada “Criaturas celestiales” supuso el comienzo de la carrera hollywoodiense de Jackson que continuó con “Agárrame esos fantasmas” y desembocó en la trilogía de “El señor de los anillos” y su adaptación de “King Kong”.
Por eso, cuando se anunció que Jackson adaptaba la novela de Alice Sebold “Desde mi cielo”, algunos pensamos que encontraríamos en ella algo parecido a aquella interesantísima “Criaturas celestiales”, en tanto en cuanto se volvía a una historia que jugaba con dos “realidades” separadas físicamente aunque unidas en lo sentimental a través de los personajes protagonistas. Si en “Criaturas celestiales” el mundo medieval imaginario de las dos amigas se contraponía a su aburrida vida de escolares en nueva Zelanda, en “Desde mi cielo” el limbo en el que habita la protagonista después de haber sido asesinada es el anverso de la deprimente realidad en que queda sumergida la familia después de tan trágico suceso.
Sin embargo, si en “Criaturas celestiales” las limitaciones de presupuesto y una apuesta decidida por explorar la evolución de los personajes reducía al mínimo los excesos visuales del cineasta, en “Desde mi cielo” toda la adaptación parece haber sido construida alrededor de la idea de plasmar en pantalla una sucesión de imágenes y escenarios entre bucólicos y oníricos (aunque siempre relamidos) que componen, o eso pretenden, el cielo personal de la protagonista desde el cual observa como continúa la vida de su familia, ahora que ya no puede estar físicamente con ellos.

La película arranca con un primer tercio ciertamente prometedor. La presentación de la familia sobre la que girará (o debería girar) el resto del relato y la aparición de ese siniestro vecino que interpreta con contención el siempre efectivo Stanley Tucci, desemboca en una ruptura de la felicidad que nunca más se recuperará y que pone de manifiesto la fragilidad de unos sentimientos que se daban por sentados, pero que la tragedia irá desintegrando poco a poco.
A partir de aquí la trama principal del film se divide en tres y el director no parece apostar claramente por ninguna de ellas hasta el último tercio del film, lo cual no hace sino descolocar al espectador. Por un lado tenemos la historia de sentimientos encontrados y de ruptura familiar en la que se centra la novela de la que parte la película, por otro el collage de imágenes maravillosas que conforman el mundo en el que se mueve la protagonista (y que recuerdan un poco a las de “The fall”, que también caía en el error de dar más importancia a la plasticidad de sus imágenes que a la historia a la que deben prestar servicio) y por último el thriller de suspense que se establece entre el asesino y aquellos que tratan de dar con él; el ineficaz inspector de policía, el apasionado pero errado padre y la sagaz y decidida hermana.
Es precisamente en esta última línea en la que la película funciona mejor y en la que Jackson consigue su mejor secuencia ([SPOILER]la del descubrimiento del diario del asesino por parte de la hermana y su posterior huída de la casa [FIN SPOILER]) que por su tratamiento del tempo y el sonido como elementos fundamentales para crear suspense, recuerdan a Brian de Palma.

Sin embargo y, peor que el problema de tener que lidiar con tres ramas paralelas cada una con su propio tono, está el hecho de que toda la narración está impregnada de una cursilería que a veces llega incluso a abochornar (especialmente en algunas de las secuencias que ocurren en ese “cielo” a ritmo de videoclip y que por momentos parecen diluir por completo el sangrante suceso que ha hecho que la protagonista acabe allí). [SPOILER] Y si el director tuvo en su mano la posibilidad de dejar un regusto agridulce en el espectador con la huída del asesino al final, no puede sino optar por el desenlace más acomodaticio de todos mostrándonos de forma gráfica como éste muere de forma ridícula al intentar volver a las andadas muchos años después; una secuencia que sobra, no solo por ser una salida de tono, sino porque la historia de ese asesino ya no nos interesa en absoluto, en tanto en cuanto la familia de la protagonista hace años que desconoce su paradero y han resuelto ya sus problemas y superado la pérdida de su hija, que es lo que realmente les había distanciado. La muerte del asesino es una concesión fácil y cursi para el espectador más fácil y cursi.
Como fácil y cursi es ese final en el que conocemos que ese pequeño detalle que le queda a la protagonista por resolver no es que le hagan justicia o que sus huesos (esos a los que creíamos que hace referencia el título original de la película) descansen en paz, sino poder dar su primer beso de amor, lo cual consigue poseyendo al más puro estilo “Ghost” a la muchacha con la que ahora se ve el que fuera su primer amor. [FIN SPOILER]

Después de la decepción de James Cameron ahora llega la de Peter Jackson. El año no puede empezar peor.

lunes, enero 04, 2010

AVATAR; lo último y más esperado de James Cameron



Puede que haya…, perdón, corrijo, parece que hay una gran cantidad de personas que están acudiendo a ver ésta película sin haber oído hablar nunca de ella y como si se tratara de un estreno más que, sorpresa, tiene unos efectos especiales alucinantes. Fruto de ello no paro de leer en webs y blogs cientos de comentarios positivísimos de personas que creen estar ante el descubrimiento fílmico del año.
Sin embargo, y como muchos aficionados al cine sabréis, de “Avatar” hace un montón de años que se habla y que se espera. Y esto ha sido así gracias a que su principal responsable, James Cameron, se ha encargado de ir inflando la burbuja de su producción desde que cayó el guión en sus manos y, emulando al Stanley Kubrick de “2001 una odisea del espacio”, pensó que para llevarlo a la pantalla los efectos especiales debían dar un enorme salto tecnológico. Así pues, tanto él como nosotros hemos estado aguardando a que llegara este día a la espera de encontrarnos con esa gran maravilla técnica.

Pues bien, ese día ya ha llegado. Ya la tenemos aquí. Y sinceramente, ha resultado ser una GRAN DECEPCION.
Dicho esto y antes de que esos mismos fanáticos inmediatos que han inundado la red comiencen a lanzarme de todo a la cara, ya adelanto que, pese a todos los motivos de dicha decepción que glosaré a continuación, a mí la película me ha gustado a nivel general aunque no me ha parecido que estuviera a la altura del hype creado en torno a ella.

Creo que ya he mencionado en entradas anteriores que la supuesta búsqueda de la originalidad en el cine es un trabajo perdido. Cualquiera que sepa un poco sobre narrativa sabe que todas las historias se pueden simplificar y rastrear hasta un puñado de argumentos esenciales y, en consecuencia, la única originalidad posible se haya en la forma de explicar estas historias, en el trabajo artístico, la ambientación, el desarrollo interpretativo de sus actores, la calidad técnica,…
Teniendo en cuenta lo anterior creo que a nadie se le escapa que esta ‘genialidad’ llamada “Avatar” no es sino un western espacial que bebe a partes iguales de “Bailando con lobos” (un descreído militar es enviado al punto fronterizo más apartado donde descubre que, la supuesta tribu peligrosa de la que debe protegerse es en realidad una asombrosa comunidad en perfecta comunión con el entorno que merece todo su aprecio, llegando incluso a acabar formando parte de ella tras pasar por sus ritos iniciáticos y, en consecuencia, a enfrentarse con los de su propia raza por defenderlos) y del mítico personaje de “Pocahontas” (¿hace falta que explique de quién se trata y por qué me lo parece? Creo que si la alienígena en cuestión acompañara sus sesiones de enseñanza con el protagonista sobre las costumbres y la naturaleza de su planeta cantando ‘Colors in the wind’ colaría perfectamente), con alguna que otra secuencia calcada de “El ultimo mohicano” (cuando el marine en su yo alienígena y su maestra-novia en ciernes cazan juntos un venado-alienígena lo hacen exactamente igual que los tres mohicanos de la mítica película de Michael Mann al principio del film, recitando una especie de oración de disculpa por su agresión a la naturaleza muy pero que muy parecida) por ejemplo, y en la que no faltan todos y cada uno de los tópicos del reciente cine épico; batallas espectaculares y multitudinarias, inflamantes arengas a las tropas, malos malísimos, malos con sentimiento de culpa que se redimen aun a costa del sacrificio,...

Entonces, y como ya he comentado, ese salto cualitativo cinematográfico, ese antes y después que va a marcar “Avatar” según sus responsables, debía estar en el apartado técnico. Pues lo siento pero yo no lo veo por ninguna parte. Creo que cualquiera que haya visto la trilogía de “El señor de los anillos” o la, nada desdeñable, última entrega de la saga Star Wars (“La venganza de los Sith”), sin ir más lejos, no se va a encontrar con nada que le llame especialmente la atención a nivel técnico en esta película. “Avatar” no es “Matrix”. Ni siquiera cuenta con un avance técnico novedoso como el que supuso el uso del tiempo bala. Así pues, ¿dónde está el avance? ¿qué va a aportar a la técnica cinematográfica esta película?

Fui a verla el día del estreno y ya entonces llegué a todas estas conclusiones. Pero después de leer los enfervorecidos comentarios de la gente en Internet a favor de la película y destacando sobre todo el uso de las 3d, decidí posponer el análisis del film hasta que la volviera a ver, esta vez en 3d. Por mí que no quede, me dije. Pocos días después la visioné con las gafitas de marras.

Pues bien, insisto, nada nuevo bajo el sol. No entiendo a los que dicen que verla en 3d te sumerge en el planeta Pandora como si allí mismo estuvieras y bla, bla,… Creo que se limitan a copiar la propaganda que han leído sobre la película porque, y lo digo con toda sinceridad, el uso de los 3d en esta película no dista mucho del uso que se le ha dado en todo el aluvión de films 3d que se vienen estrenando últimamente. Más digo, el único uso realmente interesante que aprecié del famoso efecto 3d está en el primer minuto de película cuando el protagonista despierta y podemos ver con esa impresionante profundidad la enormidad de la nave en la que se encuentra y la gente que viaja en ella. El resto de las 3d tan solo sirve para subirnos en un carrusel mareante del que es difícil no salir con dolor de cabeza. Obviamente los amigos del décimo viaje consecutivo en el Dragon Khan estarán encantados.
No me sorprende, en realidad, ya que el continuo estreno de películas en 3d que estamos presenciando se debe a la vuelta al carromato de feria que está viviendo el cine en estos tiempos. Ante la constante descarga de películas por Internet y el cierre de los videoclubes, la industria está tratando de defenderse con la única arma disponible, proporcionar una experiencia visual que el espectador no pueda tener en casa aún (al menos a ese nivel). Como los espectadores de principios de siglo (XX, of course) lo que el espectador medio espera del cine es que le impresionen, que le asusten y, si es posible, que le maravillen. Pasen y vean señores, un gigante azul que cabalga en una bestia alada entre montañas volantes, el bosque multicolor que se ilumina por la noche, el árbol más grande del mundo, ¡no se lo pierdan! ¡Todo por diez euros!

Pese a todo lo expuesto hay que reconocer que “Avatar” funciona como un reloj suizo. Tiene un ritmo endiablado que hace que sus dos horas y pico (y pico largo) se pasen con la velocidad del rayo, que la simplicidad de sus personajes no sea una pega sino una ventaja para concentrar la atención en la acción constante y en la incansable aparición de efectos especiales en todos y cada uno de los planos de la película, que tan solo se ve estropeada por la repetitiva y autocopiada partitura que el señor James Horner ha compuesto para amenizar la función y que, a cualquiera que le siga la carrera, le va a sacar constantemente de la historia al recordarle muchas de sus anteriores composiciones (entre otras pueden rastrearse melodías de Willow, Enemigo a las puertas o Tiempos de gloria).
Contiene, por supuesto, muchas de las constantes en el cine de James Cameron como son su pasión por las armas y la tecnología así como por todo lo que tiene que ver con lo militar, conceptos que siempre aborda en relación de amor-odio, dejando como auténticos malos de la función a las corporaciones (algo que se ve en Terminator, Aliens, Abyss y hasta en Titanic, pues fueron los dueños de la empresa que construyó el transatlántico los que invirtieron más en el lujo que en la seguridad).
Además Cameron puede apuntarse el tanto de haber creado a los primeros alieníegenas plug-and-play de la historia, que llevan un conector usb de serie que puede conectarse con cualquier criatura del planeta con un puerto similar, sin que ello provoque errores de compatibilidad y sin tener que descargar drivers. Lo curioso es que a la hora de tener relaciones sexuales con sus iguales no les sirva de nada…