martes, marzo 13, 2012

INFIERNO BLANCO; SLASHER LOBUNO

Infierno blanco podría definirse como un cruce entre dos películas que ya tenían en común un punto de partida similar: "Viven" y "El desafío". Ambas películas se centraban en un grupo de supervivientes de un accidente aéreo que se veían perdidos en un territorio hostil. En “Viven” se trataba de unas montañas y por lo tanto de un clima gélido, de crestas y barrancos insalvables además de, por supuesto, la escasez de comida. En “El desafío” de un enorme bosque en el que resultaba muy difícil orientarse y en el que los protagonistas eran además asediados por un inmenso oso grizzlie sin armas con que defenderse. En ambas películas, el tesón y la fe en encontrar una salida conseguía que se superaran temores y tabúes y así finalmente, la resolución del laberinto natural al que se habían visto arrojados. Infierno blanco comienza también con un accidente aéreo en unas montañas nevadas. No obstante, en esta ocasión el grupo de supervivientes cuenta con la experiencia de un hombre que conoce el medio en el que se encuentran. Aunque la escasez de comida se plantea como un problema inicial así como las bajas temperaturas y la dificultad para desplazarse de un lado a otro por las inclemencias climáticas, el film girará rápidamente en una dirección más parecida a la de “El desafío”, solo que en esta ocasión no será un oso grizzlie el implacable cazador de hombres sino una manada de lobos árticos. La trama se articula como una body count en la que se ha sustituido al serial killer de turno por los lobos mencionados, pero resulta imposible abstraerse de la mecánica con la que se desarrolla la película una vez que sucede el primer ataque. Uno tras otro los personajes que forman el grupo de supervivientes van siendo diezmados, pero siempre de esa manera, uno a uno. Slasher lobuno. Perdón por la rima. Liam Neeson, única cara conocida de la función, interpreta al huraño y resabido cazador cuya función, antes de verse envuelto en esta situación de supervivencia, no era otra que la de eliminar con su rifle a los lobos que esporádicamente atacaban a los trabajadores de una empresa petrolera no muy lejos de donde tiene lugar el accidente. El resto de personajes, muchos presentados de forma muy esquemática ya que resultaría absurdo encariñarse demasiado con ellos, se miden en relación al personaje de Neeson, desde los que creen fervientemente en sus indicaciones sobre como salir de la situación en la que se encuentran, hasta los que se enfrentan directamente a él y le toman por una vieja gloria de vaya usted a saber qué grupo de boyscouts. Independientemente de la calidad global de la película que supera ampliamente el mínimo demandado para un film de esta temática (mantiene la tensión y está bien rodado), me gustaría destacar algunos momentos especialmente interesantes y logrados como es ese giro final en el que sabemos por qué Liam Neeson intenta suicidarse nada más empezar la película, la recogida de carteras de cada uno de los que han perdido la vida como si fueran chapas de soldados caídos encombate, o ese otro en el que los ojos de los lobos, relucientes como fuegos fatuos sobre un pantano blanco, surgen de la noche avisando por primera vez que el enemigo no es uno sino muchos. Cierto es que, a menos que alguien más entendido en el tema que yo me contradiga, esta manada de lobos se comporta de una forma excesivamente inteligente, y no ya como grupo en si, sino también individualmente cada uno de sus integrantes. Aunque parece razonable que los lobos esperen a que sus futuras víctimas se vayan quedando aisladas y así atacarlas de una en una, ya es un poco más extraño que reaccionen a provocaciones abstractas como es la secuencia en la que uno de los supervivientes les arroja la cabeza de uno de los lobos que han conseguido matar, obteniendo como respuesta un alud de aullidos en la oscuridad a modo de gritos de venganza o, más aún, ese desenlace [SPOILER] en el que toda la manada se retira pacíficamente para que el enfrentamiento final sea entre el líder de los supervivientes y el macho alfa de los lobos, y cuyo resultado, por cierto, aguarda a los curiosos al final de los créditos [FIN SPOILER]. Aunque no es la primera vez que alguien rueda en un paraje complicado como el que vemos en la película, habría que destacar el partido que Joe Carnahan, su director, saca del entorno en el que se mueven los personajes. Primero en esa blancura infinita constantemente azotada por el viento en la que apenas puede divisarse qué hay dos metros por delante de ellos, más tarde por la fantasmagórica arboleda en la que se refugian pasando casi del fuego a las brasas para llegar poco después al enorme barranco o al rio helado, todos ellos accidentes naturales, que se cobrarán su cuota de sudor y sangre en el grupo y demostrará a los hombres lo desnudos y frágiles que son una vez que abandonan la comodidad a la que se habían acostumbrado. Los enfrentamientos dentro del grupo se irán resolviendo paulatinamente y las debilidades de cada uno se irán poniendo de manifiesto conforme sus cuerpos y mentes son sometidos a una mayor presión. El miedo a las alturas, la hipoxia o el simple temor de una muerte próxima tendrán su resumen en el poema que Neeson recita a sus compañeros, más como epitafio que como arenga.