miércoles, octubre 13, 2010

LA CASA MUDA; Así debería haberse quedado


Sin duda “La casa muda” de Gustavo Hernández era una de las apuestas fuertes del festival este año. Vendida como la primera película de terror grabada en un único plano secuencia y haciendo servir para ello, además, una cámara de fotos, contenía a priori todos los ingredientes para ser la gran sorpresa técnica de este año.
Después de haberla visto, lo dudo.

Está claro que todos los aficionados al cine y al fantástico en particular estamos siempre pendientes de la siguiente proeza técnica. Todos esperamos que alguien venga a sorprendernos con alguna nueva maravilla pero, la forma siempre debe estar supeditada a un fondo que la merezca, que le de sentido e incluso que la justifique. El proceso debería consistir en, a partir de una historia y un guión desarrollado, seleccionar la mejor manera de llevarlo a la pantalla, y no a la inversa.

La historia de “La casa muda” es sencilla. Una muchacha (Florencia Colucci) y su padre (Gustavo Alonso) llegan a la casa de un amigo (Abel Tripaldi) en el campo habiendo sido contratados por éste para trabajar en su limpieza. Llegan allí por la noche para poder levantarse temprano y ponerse a ello temprano. Sin embargo, esa misma noche, la muchacha no podrá conciliar el sueño por los ruidos que proceden del piso superior en el cual, por cierto, tienen prohibida la entrada por el dueño. El padre de la chica, cansado de que ésta no le deje dormir, acabará subiendo a comprobar lo que ocurre pero, al tardar en regresar de su inspección, ella no tendrá más remedio que, farol en mano, emprender su búsqueda.

La base del terror en esta película se encuentra en algunos de los lugares comunes del género. Casa con oscuro secreto, iluminación escasa, chica joven sola y en peligro, crujir de puertas y tablones, sustos gratuitos, etc… Solo que todo ello, grabado con una cámara de fotos (muy buena cámara a tenor del resultado) y en un solo plano secuencia. Tristemente, lo que debería servir para elevar la categoría del film no hace sino ensombrecerlo pues, una vez el padre de la muchacha sube las escaleras, la película se convierte en un puro ejercicio técnico tremendamente aburrido en el que, un personaje que debería tratar de huir del peligro no hace más que deambular por una casa oscura, farol en mano, buscando… ¿el qué? ¿Qué narices busca el personaje principal de la película por los rincones de la casa?
Pero aún hay más. Por si lo de la cámara de fotos y el plano secuencia no fueran suficiente reclamo comercial, la película está además basada en una historia real. Así que hacia el final, y para que no resulte todo tan absurdo, el realizador nos reserva un giro argumental que da un nuevo sentido a la historia (si es que esto se puede considerar una historia) y que aún hace más incomprensible los cincuenta y largos minutos de la protagonista dando vueltas por la casa.

Pero de acuerdo. Sí, en ocasiones la película consigue inquietar y los sustos de rigor están bastante bien colocados para pillarnos por sorpresa pero, ¿de eso trata una película de terror? ¿de darnos sustos como si estuviéramos en el tren de la bruja? Una película de terror debe helarnos la sangre con su atmósfera, trabajando la puesta en escena y el encuadre, con las interpretaciones y con un ritmo que dosifique los momentos más escalofriantes. Esconder personajes detrás de puertas para hacer “buuuu” o tocarnos el hombro es un recurso pueril que difícilmente encaja en una película con pretensiones de hacer historia en el género. Y si no, tomemos como referencia la película que homenajea el festival este año (“El resplandor”). ¿Cuántos sustos hay en esta película? ¿En qué basa el terror? Creo que los reponsables de “La casa muda” han sacado matrícula de honor en marketing pero les va a tocar repetir el examen de cine.

Así pues, enhorabuena señor Hernández. Puede usted apuntarse el tanto del plano secuencia, el tanto de la cámara de fotos y también el tanto de haber sido el primero en grabar a una chica con un farol durante una hora de película. Creo que eso tampoco lo había hecho nadie hasta ahora. Ni falta que hacía.

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