Siempre se ha dicho
que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Y oye, si hay alguien que
confirme este dicho ese es sin duda Eli Roth porque, gracia no tiene ninguna,
pero está claro que ha conseguido labrarse un camino en el difícil mundo del
arte cinematográfico gracia a haber caído en gracia. Reconozcámoslo, si no
hubiera sido porque a Quentin Tarantino le cayó bien el muchacho muy difícil lo
hubiera tenido este hombre para llamar la atención de nadie por más que ahora
haya voces reivindicando su opera prima (Cabin Fever [Idem, Eli Roth, 2002])
como una pequeña obra maestra del género. Lo siento pero no.
Curiosamente ese
apadrinamiento por parte de Tarantino parece haber calado tan hondo en Roth que
él mismo se ha decidido a devolver el favor haciendo también de padrino para
otro joven director de cine fantástico, en este caso al chileno Nicolas López, un completo
desconocido en el panorama internacional a pesar de tener ya varios trabajos
para cine y televisión en su currículo. Como decía, la presencia de Roth en el
film y su colaboración activa en toda la producción parece pretender insuflar
un halo de calidad a una película que hace aguas la mires por donde la mires.
“Aftershock” narra
el periplo de un trio de hombres de esos que ya ni son jóvenes ni adultos sino
que se encuentran en ese estado intermedio en el que ya han asumido las
responsabilidades propias de la madurez (pareja estable, trabajo de cierta
importancia,…)pero continúan sintiéndose demasiado jóvenes para despedirse por
completo de la fiesta, el alcohol y el mujereo. Así pues, el film comienza con
un plano del personaje que interpreta Eli Roth haciendo el gili en una
discoteca de la capital chilena tratando de ligar con cualquiera de las jovencitas
que menean el culo en la pista. Su personaje es el de un americano que ha sido
invitado por otro de los hombres a pasar allí unos días aprovechando la buena
situación económica y los contactos entre la gente de la noche que tiene el
tercero de ellos, que prácticamente le garantizan lo de echar una canita al
aire.
Tras un buen rato
de estupideces en la discoteca el trio consigue entablar amistad con, mira que
bien, otro trio de chicas de buen ver que están allí haciendo turismo. Juntos
marchan los seis a visitar distintos lugares de Chile haciendo especial
hincapié en los clubs y discos en los que tanta mano tiene el personaje
anteriormente mencionado. Todo funcionará perfectamente hasta que, vista ya más
de la mitad de la película, se desate un terremoto que provoca una gran
destrucción en la zona en la que se encuentran nuestros protagonistas,
situación que se complicará aún más cuando, fruto de los estragos del
movimiento sísmico, los violentos presos de una cárcel queden libres y campen a
sus anchas por las oscuras calles de la ciudad, sucediéndose a partir de
entonces varios momentos de gran violencia, persecuciones, tiroteos,
violaciones y, por qué no, hasta un tsunami.
El problema
fundamental de toda esta función está en el tono del film y me explico. Cuando
Alfred Hitchcock rodó “Psicosis” dividió su película en dos de tal manera que
la primera parte nos planteaba una trama de hurto y huida para, después y de
forma inesperada, presentarnos una película de terror con asesino psicótico.
Robert Rodríguez y Tarantino, mentor de Roth del que no parece haber aprendido
gran cosa, planteó una trama de atracadores y huida en la primera mitad de “Abierto
hasta el amanecer” para trocarla más tarde en una de vampiros y comedia-gore.
Aunque en ambos ejemplos la película cambia de forma radical como ocurre en “Aftershock”,
el tono no varía o lo hace levemente. En Psicosis nunca se abandona el tono
grave, de seriedad, de que estamos viendo una película que trata de algo
escabroso y que encuentra en su música un gran aliado. En Abierto hasta el
amanecer, el violento comportamiento de sus protagonistas en la primera mitad
contrasta con determinados momentos de humor negro que suavizan el tono y
mantienen al espectador a la expectativa haciendo que no se tome demasiado en
serio lo que está viendo y, por lo tanto, tampoco lo que va a venir.
Aftershock fracasa
completamente al ofrecernos una primera mitad que es algo así como una comedia
de adolescentes estúpidos americanos sin adolescentes y con un solo americano
estúpido, para cambiar de repente a un film de catástrofes con situaciones
aberrantes y sórdidas en las que no hay ni un solo guiño o lugar para el
distendido tono del principio. La conclusión es que el espectador queda
totalmente descolocado y ya no puede tomarse en serio lo que está viendo por
más crudo que se quiera presentar. Si era un experimento de guión no ha
funcionado y si fue una decisión de dirección tampoco.
Dado el escaso
tirón comercial que pueda aportar la presencia de Eli Roth en el reparto, dudo
mucho que esta película llegue a estrenarse comercialmente en nuestro país a no
ser directamente en DVD. Y aun así no la recomendaría.
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