sábado, junio 13, 2015

EL DESTINO DE JUPITER (quizá ligado al de los Wachowski)



Han pasado ya 16 años del estreno de Matrix (idem, 1999, Andy y Lana Wachowski) y 12 desde que los Wachowski cerraran su trilogía estrenando en el mismo año sus dos innecesarias secuelas, Matrix Reloaded (ídem 2003, Andy y Lana Wachowski),  y Matrix Revolutions (ídem, 2003, Andy y Lana Wachowski). Desde entonces, esta pareja de hermanos tan solo ha dirigido tres películas más; Speed racer (ídem, 2008, Andy y Lana Wachowski), El atlas de las nubes (Cloud Atlas, 2012, Tom Tykwer, Andy y Lana Wachowski) y El destino de Júpiter (Jupiter Ascending, 2015, Andy y Lana Wachowski). Todas ellas tienen muchos puntos en común con su revolucionaria opera prima, pero entre ellas destaca fundamentalmente esa idea de marcar un precedente; su actitud revolucionaria frente al cine. Ya expliqué en su momento hasta qué punto me parecía patente esta voluntad de cambiar el cine que latía en los fotogramas de Speed Racer y aprovecho esta crítica sobre El destino de Júpiter para volver sobre esta intención tanto en la película que me ocupa como en la anterior, El atlas de las nubes. Baste decir como ejemplo, que el propio Tom Hanks comentó en una entrevista publicada en la revista Dirigido Por… a propósito del estreno de El atlas de las nubes en nuestro país, que los Wachowski no tenían impedimento alguno, más bien al contrario, en comentar durante el rodaje que lo que estaban haciendo no era una simple una película si no una obra de arte. Presunción tal que incluso a alguien con las tablas de Hanks le sorprendía. Y a juzgar por la escasa repercusión que acabó teniendo la película, se entiende. No obstante debo añadir que a mí El atlas de las nubes me parece una película notable.
Pero retomando el tema de la revolución en el cine, tener la voluntad de cambiar las cosas y de dejar impronta no es lo mismo que conseguirlo. Avatar (ídem 2009, James Cameron), fue anunciada como la película que iba a cambiar el cine y, aunque yo no entendí este cambio después de verla, ahora debo aceptar que así fue. Cambió la forma en que se consume el cine y también la forma en que se produce, ya que de alguna manera obligó a muchas productoras a apostar por una forma de grabar las películas que supeditaba la planificación a favorecer o aumentar el efecto 3d en el espectador y hasta a incluir innecesarias secuencias espectaculares que de otro modo hubieran quedado fuera. Y esto es válido para películas de puro consumo como las últimas entregas de Fast and the furious (Fast & Furious 6, 2013, Justin Lin), (Fast & Furious 7, 2015, James Wan) o el más premiado como Gravity (ídem, 2013, Alfonso Cuarón) o para el cine actual de los profesionales más curtidos y con mayor trayectoria como Prometheus (ídem, 2012, Ridley Scott) o la recientísima Mad Max Fury road (ídem, 2015, George Miller).
A pesar de las muchas expectativas generadas alrededor de estos dos hermanos (Matrix se ha llegado a comparar, quizá con razón, con Blade Runner) la revolución de los Wachowski no ha llegado tan lejos como cabría esperar. Matrix  logró dejar huella porque unió un concepto visual novedoso a un collage filosófico-tecnológico que llevó a un escalón superior al cine de acción y volvió a llenar de contenido a la ciencia ficción, ambos géneros anquilosados en fórmulas que no dejaban de imitarse; las buddy movies por un lado y el puro espectáculo por otro. Sin embargo, aquella revolución tecnológica no pasó del uso repetitivo ad nauseam  famoso efecto bullet time en películas posteriores de todo género y condición, y su discurso, aunque fresco y provocador en aquel momento, fue dinamitado por ellos mismos al sobresaturar al espectador con sus dos continuaciones que retorcían innecesariamente lo que tan bien ensamblado había quedado en el film inicial.
Pese a todo, esa idea de la humanidad en busca de la libertad, cautiva sin saberlo, viviendo al margen de la auténtica realidad y la reiteración de personajes y situaciones que nos llevan a pensar en el eterno retorno nietzschiano (la explicación de los deja-vu en Matrix, la idea del mesías como un error que se repite cíclicamente en Matrix reloaded y Matrix Revolutions, los distintos universos de El atlas de las nubes donde se explica la misma historia pero en contextos diferentes, los mismos actores haciendo distintos pero similares papeles en esas historias, la idea de la reencarnación como un “volver a empezar” en El destino de Júpiter,…) han continuado siendo las señas de identidad del cine de los Wachowski lo que le da una cierta cohesión temática al conjunto más allá del simplemente observable hecho de que todas sus películas son de ciencia ficción.
Si en Matrix los hombres viven en un entorno virtual ajenos a la lucha que se produce en la vida real donde se espera a un mesías libertador, igualmente ocurre en El atlas de las nubes donde, en sus distintas historias, todos los grupos de personajes se encuentran atrapados en una vida donde han sido sometidos y alguien deberá tomar las riendas de la revolución que los liberte. De modo similar, en El destino de Júpiter los humanos no saben que el planeta en el que viven no es más que uno de los muchos objetos celestes habitados que flotan en el espacio entre los que ni siquiera ocupa un lugar destacado. Es una propiedad privada de un empresario galáctico y una moneda de cambio entre los hermanos de éste que tan solo ven en nuestro punto azul un territorio en el que cebar humanos para licuarlos después y  convertirlos en la sustancia más valiosa del universo, la que permite a otros ser inmortales. ¿Les suena de algo?
Como en sus otras películas y especialmente en Matrix, aquí también hay una libertadora. Se trata de una posible reencarnación de uno de esos inmortales que podrá, si lo consigue ayudada por guerreros del espacio, reclamar su derecho a ser la dueña de la Tierra, aunque este sea un hecho del que ningún humano tenga nunca conciencia y, de hecho y por voluntad de la propia reina, no altere su peculiar vida en la Tierra.
Toda esta trama está por supuesto envuelta por una amalgama de estilos futuristas donde se mezclan cyberpunk con steampunk y  ci-fi clásica. No falta tampoco toda la parafernalia necesaria para causar impresión en el gran público y poder construir un tráiler que genere expectativas entre el fandom; enormes naves espaciales, enfrentamientos cuerpo a cuerpo y a tiros entre cazarrecompensas siderales motorizados o no, valientes guerreros mitad humanos mitad lobos que vuelan con unas zapatillas antigravitatorias, Sean Bean haciendo chistes sobre sus posibilidades de no morir en esta película y… un montón de abejas.
Película tras película los Wachowski van tejiendo una trayectoria que en lugar de expandirse parece irse enrollando alrededor suyo dejando cada vez menos espacio para tomarles en serio. De hecho, ellos mismos parecen ser muy conscientes de ello pues El destino de Júpiter le debe tanto a Matrix que incluso termina con un plano exactamente igual al de aquella; Neo habla en off y sale volando cruzando la pantalla en aquélla y Júpiter habla en off y sale volando cruzando la pantalla esta. Corte a negro y música a tope en ambos casos.
Para concluir tan solo diré que Júpiter, la protagonista de ésta película, es una inmigrante de la Europa del Este en Estados Unidos que se gana la vida limpiando váteres con una escobilla y, un día descubre que en realidad es la dueña del planeta Tierra. Creo que, si los Wachowski siguen por el camino que llevan, pronto descubrirán que fueron los dueños del planeta Tierra hace 16 años pero que van camino de acabar cogiendo una escobilla y dedicándose a…

lunes, marzo 16, 2015

BIRDMAN (El arte como una forma de libertad)





Robert McKee dice en su libro (de fundamental lectura para todo aficionado o profesional del séptimo arte) “El guión” (Story, Robert McKee) que un guión debe tratar sobre la vida. Tras ver “Birdman” de Alejandro González Iñárritu no puedo sino confirmar que el director mejicano tenía muy presente esa premisa en su cabeza cuando escribió, rodó y montó esta interesantísima película.
Pero cojamos ya el toro por los cuernos y digamos que Birdman no es una película fácil. Su pirueta visual que parece envolver toda la historia en un único plano secuencia y en un único escenario, es vistosa e incluso necesaria, pero puede carecer del atractivo postmoderno que el espectador medio espera de una película y al que tanto y, de forma tan vehemente, habla esta película. Porque sí, porque es al espectador al que Iñárritu le está enviando su discurso, una exposición que no trata tanto sobre los actores y la gente del mundo del espectáculo, sino del público y lo que éste espera de esos profesionales.
Iñárritu no esquiva los tópicos respecto a los actores a los que presenta como bichos raros, gente con los nervios a flor de piel, promiscuos, maniaco- depresivos, incluso. Tampoco sobre los críticos, mostrados una vez más como infames verdugos que, como si agencias de rating económicos se tratara, pueden con su juicio hundir en la miseria o alzar a los cielos cualquier producción a la que le dediquen su columna. Pero esos tópicos, que siempre tienen algo de cierto, no buscan otra cosa que la de llamar la atención del público sobre su propio papel en todo el tinglado de las artes escénicas, del teatro y, muy especialmente, del cine.
El protagonista de Birdman es un alter ego de su propio actor, Michael Keaton, alguien que en su día triunfó con una película de superhéroes de gran éxito (como el propio Keaton que alcanzó la fama con el primer Batman (Batman, Tim Burton, 1989) y, de hecho, abrió la puerta para todo el aluvión de películas sobre superhéroes que vivimos hoy día) y que, tras haber probado las mieles del éxito, siente que ha traicionado a su profesión. Esto coloca al protagonista ante el dilema moral de seguir contentando a un público masivo con el que él no se identifica pero que le ha dado todo cuanto tiene, o renunciar a él y tratar de hacer las paces consigo mismo demostrándose que es capaz de hacer algo que llegue al público sin apoyarse en un gran espectáculo pirotécnico.
Hubiera sido sencillo presentar al personaje de Keaton como a un payaso sin talento que acierta por casualidad o que ni siquiera acierta con su salto al vacío, pero eso sería cargar las tintas y explicar una mentira porque, sinceramente, ¿alguien puede pensar que con la cantidad de jóvenes que tratan de llegar a ser actores, los que lo consiguen son gente sin talento solo porque aparecen en películas que nos parecen vacías? ¿Qué lo son solo por su cara bonita? ¿Cuántas caras bonitas, quizá incluso más bonitas que las que vemos en pantalla no se han quedado por el camino?
Iñárritu, como decía, tiene buen cuidado en incluir una secuencia en la que el personaje que interpreta Keaton se enfrenta al que interpreta Edward Norton (cuyo papel es el de un actor de método de mucho talento pero con un comportamiento imprevisible, otro tópico) vomitándole un speech acerca de su pasado y los malos tratos a los que le sometía su padre para, después, soltarle en la cara que se lo acaba de inventar todo y dejar claro así que no es un mal actor, tan solo uno que ha perdido la credibilidad por parte de un sector del público, el que no le perdona sus trabajos anteriores. ¿Pero es el público lo que le importa? Su hija se lo grita a la cara para que todos podamos entenderlo de una vez. El único público que le preocupa es él mismo y no los cuatro sibaritas que vienen a ver una obra de arte y ensayo como preludio para una charla de café posterior.
El público es un amante cruel; dicen que en el cine de Hollywood vales lo que tu última película. Este tratamiento no se le da a ningún profesional de ningún otro sector. A un albañil no se le veta para un puesto de peón en la construcción de un chalé si su último trabajo fue levantar una pared en un edificio de pisos baratos. Este tipo de juicios se emiten tan solo sobre aquellos sobre los que pesa la esquiva losa de “artista”, como si el arte fuera algo que pudiera planificarse y además hubiera de contentar a todos. Como si uno pudiera elegir cuando va a hacer arte y cuando, sencillamente, va a trabajar en una bagatela. Es el público el que decide lo que es arte otorgándole su aprobación, no mediante la compra de una entrada (que en ese momento no sabe si lo que va a ver le va a emocionar o no), sino reconociendo el valor de lo contemplado a lo largo del tiempo, manteniendo vivo su recuerdo, convirtiéndolo en una referencia, reconociendo el valor de su trabajo, de su innovación, de su capacidad para no abandonar nuestra cabeza e incluso para motivarle a querer hacer lo mismo, inspirándole.
Iñárritu y su personaje nos enseñan que en el cine y en el arte en general, la única persona que debemos tener en cuenta cuando nos ponemos a trabajar es nosotros mismos, no en un sentido onanista, no para nuestra autosatisfacción, sino para liberarnos. Debemos terminar con la sensación de que hemos hecho lo que realmente queríamos hacer, no porque nuestro contratista, si lo hay, lo considera comercial, no porque los bloggers lo consideran tendencia, no porque la crítica especializada lo va a aprobar, ni siquiera porque el público lo va a aplaudir. Todo ello estará bien si sucede pero no debe ser nunca el objetivo en si mismo. ¿Qué autor cinematográfico actual puede conjuntar todo eso y además sentir que no se ha traicionado a si mismo?  Seguramente muy pocos. Como sugiere el subtítulo de la película, en lo que al arte se refiere a veces la ignorancia puede revelarse virtud.

Escribamos, grabemos, dibujemos, pintemos o fotografiemos. Pero hagámoslo siendo sinceros con nosotros mismos. Mostremos nuestra verdad sin plantearnos si con ellos complacemos o molestamos. Como si dice el Santo Libro, “la verdad os hará libres” (Juan 8: 32). Como a “Birdman”. Libre como un pájaro.

lunes, septiembre 09, 2013

SITGES 2013 AVANCE DE PROGRAMACION (Texto de Josep Padrós)



Nos encontramos a las puertas de una nueva edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges y ya son numerosas las noticias que nos van llegando acerca de su programación.
Sabemos que la selección animada del festival estará liderada por la película ‘Space Pirate Captain Harlock’  de Shinji Aramaki, una espectacular versión del famoso manga de Leiji Matsumoto producida por Toei Animation y que constituye la mayor producción del mítico estudio –con mas de 30 millones de dólares de presupuesto–, será una de las películas de animación que competirán en la Sección Oficial Fantàstic. La cinta es el resultado de las más modernas técnicas de animación, capturadas en uno de los mejores usos del 3D en los últimos tiempos.
Además la selección Anima´t contará con una novedad muy significativa ya que tendrá lugar la primera cumbre profesional del mundo de la animación, que nace con el objetivo de convertirse en un punto de encuentro de profesionales del sector, tanto nacionales como internacionales. El evento, impulsado por la asociación catalana de animación, ANIMATS; el Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya; Televisió de Catalunya; Catalan Films & TV - PROA y el departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya, incluirá sesiones de pitchings de proyectos, así como también masterclass.
En la sección Seven Chance que este año celebra veinte años nos encontraremos con un cartel de lujo, que incluye títulos de realizadores de primera línea junto con otros de culto y la recuperación de míticas piezas restauradas. Seven Chances es el espacio de la crítica –la programación se elabora en colaboración con la Associació Catalana de Crítics i Escriptors Cinematrogràfics (ACCEC)– y este año presenta siete títulos imprescindibles : Passion, de Brian De Palma; La fille de nulle part, de Jean-Claude Brisseau; Leviathan, de Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel; Interior. Leather Bar, de James Franco y Travis Matthews; Much Ado About Nothing, de Joss Whedon; Vulgaria, de Pang Ho-cheung, y la edición recuperada de El desierto de los tártaros (Il deserto dei tartari, 1976) de Valerio Zurlini.
La sección Brigadoon 2013 prestará una atención especial a Colombia y al cine de género procedente de este país, en la línea de la actual edición del Festival de ofrecer posibilidades a las cinematografías emergentes. La colaboración de Brigadoon con el festival colombiano Zinema Zombie Fest permitirá a Sitges presentar una retrospectiva del realizador Jairo Pinilla, impulsor del cine de terror en ese país y del que se proyectarán títulos como 27 horas con la muerte, La silla satánica, Funeral siniestro o Triángulo de oro, la isla fantasma. Brigadoon también proyectará el documental Frankenstein no asusta en Colombia, del realizador Erik Zúñiga, centrado en el cine fantástico y de terror colombiano.
Como plato fuerte de la sección Brigadoon contará con estrenos de películas nacionales e internacionales como: el found footage Shopping tour, de Mikhail Brashinskiy; los films de zombies Zombio 2: Chimarrao zombies, de Petter Baiestorf, y Zombie Massacre, de Marco Ristori y Luca Boni; la apocalíptica 2013 menos 1, de Vitor Baumgratz; el giallo Sonno Profondo, de Luciano Onetti o las españolas Vampire’s Mark (La marca del vampiro), de Germán Monzó o Carnívoros, de Manolito Motosierra.
Una imaen de Love Eternal (Brendan Muldowny, 2013)
En la sección Noves Visions que celebra su décimo aniversario en su apartado Noves Visons-Ficción podremos disfrutar de títulos como: Love Eternal –producción irlandesa dirigida por Brendan Muldowny, una curiosa odisea personal de un joven obsesionado por la muerte– y contará con nombres consagrados como Hong Sang-Soo (Nobody's Daughter Haewon), Sono Sion (Why Don't you Play in Hell?) o Peter Greenaway (Goltzius & The Pelican Company). Junto a ellos, autores y títulos de relevancia en el panorama cinematográfico actual, como Denis Côté con Vic+Flo ont vu un ours, que compitió en la Sección Oficial de la pasada Berlinale, o la coreana Jiseul, de Meul O., una de las triunfadoras del último festival de Sundance. También de este festival llega la peculiar película de zombies Halley, del mexicano Sebastian Hoffman, o la perturbadora The Rambler, de Calvin Reeder, obra próxima a los universos de David Lynch, con su visión fantasmagórica y aberrante de la América profunda. También de Estados Unidos aterrizarán la aplaudida comedia minimalista de zombies The Battery, de Jeremy Gardner, o el estreno europeo del aterrador psycho-thriller Proxy, de Zack Parker, procedente del festival de Toronto, que promete ser uno de los platos fuertes de Sitges 2013 y uno de los filmes de género más innovadores del año. Igualmente, Noves Visiones-Ficción presentará algunas de las películas francesas más atípicas del año, como Nos héros sont morts ce soir, de David Perrault, un film noir en el mundo del wrestling con estructura onírica y decadente, o la polémica Les rencontres d'après minuit, de Yann Gonzalez, comedia sexual con tintes de ciencia-ficción donde destaca la presencia del carismático exfutbolista Eric Cantona.
En su rama documental denominada de  No Ficció se contará con con el impactante documental Blackfish, de Gabriela Cowperthwaite, en torno a la agresividad de las orcas en cautividad. Junto a ella, la reflexiva propuesta de Peter Mettler en The End of Time, la nueva aportación al documental de tesis paranormal por parte de Richard Stanley en L'autre monde; o la brillante parodia del formato del found footage realizada por Bobcat Goldthwait en Willow Creek. Por su parte, American Jesus, del catalán Aram Garriga, explora los paisajes más extraños del cristianismo radical norteamericano, en una producción de Larry Fessenden, cuya versión íntegra tendrá su estreno europeo en esta sección. Noves Visions contará también con documentales que tratarán la temática del cine desde la reflexión, como Rewind This!, de Josh Johnson, que analiza el culto y la nostalgia en torno al formato doméstico del VHS, o Milius, de Joey Figueroa y Zak Knutson, que explora en la personalidad de uno de los directores y guionista más atípicos de Hollywood como es el gran John Milius.
J. Milius junto a A. Schwarzenegger durante el rodaje de Conan, el bárbaro
Los trabajos más radicales y arriesgados en relación con el género los encontramos en la rama de la sección denominada Experimenta que  presentará películas como Escape from Tomorrow, de Randy Moore, la polémica película rodada de forma clandestina en un parque de atracciones de Disney; White Epilepsy, la nueva obra de Phillippe Grandieux, un film experimental de horror sobre el cuerpo y, posiblemente, una de las películas más aterradoras que veremos en Sitges 2013; y The Taking, de Lydelle Jackson y Cezil Reed, que mezcla torture porn, brujería y muertos vivientes de una manera nunca vista hasta ahora, prescindiendo casi del diálogo. Como broche de esta subsección tendremos el imprescindible tríptico 3x3D en el que, nada menos, que Jean-Luc Godard, Peter Greenaway y Edgar Pêra reflexionan sobre el cine en tres dimensiones.

Esperamos más noticias en los próximos días que acaben de configurar el cartel del Festival que por lo visto hasta el momento promete y mucho.
(Texto a cargo del colaborador de El Gran C: Josep Padrós)

miércoles, septiembre 04, 2013

ELYSIUM (Crítica de Josep Padrós)



A mi entender Neill Blomkamp se está convirtiendo por derecho propio en un cineasta importante para el resurgir de la ciencia ficción inteligente en el cine de hoy en día. Con "District 9" (idem, 2009), su ópera prima, ya hizo una apuesta por este tipo de cine que mezcla la ciencia ficción y la denuncia social. Aquella en concreto trazaba un paralelismo con el apartheid (además se rodó en Sudáfrica) donde los marginados eran aliens. Y ahora lo vuelve hacer con esta "Elysium" desarrollando una trama acerca de una especie de mesías del proletariado que intentará desestabilizar la dictadura impuesta por las clases más pudientes.
Para ello, Blomkamp construye un futuro en el que las ciudades son poco más que vertederos donde la sociedad malvive en busca de esperanzas vanas, faltos de alimentos, viviendo en la inmundicia, suplicando por trabajos mal pagados y siendo controlados en todo momento por una milicia de robots de lo más intransigentes.
Por el contrario, en Elysium,  la sociedad tiene todo lo que necesita, nadie enferma y si por un casual lo hacen tienen unas cápsulas que funcionan con identificación de ADN ( a imagen y semejanza de nuestras cabinas de rayos UVA) para curarse de cualquier dolencia. Pero no solo eso, sino que tienen un sistema político, supuestamente democrático, en el que un consejo liderado por un presidente toma decisiones que luego los diversos ministros se encargan de ejecutar. Todo bien. Sin embargo, siempre hay disidentes (en este caso la ministra de defensa interpretada por Jodie Foster) que opinan que su visión es la que cuenta, y harán lo posible para llevarla a cabo.
Es decir, dos mundos, dos realidades, dos objetivos (en un sitio sobrevivir, en el otro vivir y proteger ese modo de vida) que provocará que los protagonistas de la historia choquen.
Por un lado tenemos a Max (Matt Damon), obrero de una empresa de construcción y reparación de robots ( los mismos que se encargan de mantener a raya a la población terrestre) que trata de sobrevivir como puede a su día a día con la esperanza de poder subir un día a Elysium. Por otro a esa ministra de defensa que es capaz de cometer cualquier tropelía con el fin de proteger su mundo y su actual estilo de vida.
Ambos cuentan además con otros personajes en sus vidas que harán que todo se entrecruce con inevitables consecuencias. Max tiene a Frey (Alice Braga) amor de infancia con la que se reencuentra, y a su pequeña hija enferma, y la ministra tiene a un mercenario a sueldo, Sharlto Copley, actor fetiche de Blomkamp que ya a aparecía en su primera película, que le sirve de enlace y mano ejecutora en la Tierra para controlar cualquier desajuste que pueda surgir.

Cuando Max sufre un accidente laboral que le somete a unos niveles de radiación que le condenan a muerte y sólo dispone de cinco días de vida empieza una carrera contrarreloj para poder llegar a Elysium ,el único lugar donde tiene posibilidades de curarse.


Una vez dispuesto el tablero y los personajes lo único que puedo decir es que la película me resultó opresiva, angustiosa, desesperanzadora y ante todo, triste. Sobre todo en ese primer tramo en el que se nos presenta a los personajes. Por suerte esa sensación se atenúa con las pocas y espectaculares secuencias de acción, pero persiste y persiste a lo largo de todo el metraje sumergiéndonos en una espiral de pesadumbre que no abandona la pantalla en ningún momento.
Obviamente es una estrategia a propósito dado el tipo de escenario y de historia que quiere contar el director, y funciona, ya que consigue lo que pretende. Después en su desarrollo pierde un poco de fuerza ya que el guión se deja llevar, por desgracia, por la típica y tópica historia de pobres buenísimos de la Tierra contra los ricos malísimos de Elysium concesión que hace Blomkamp a la comercialidad más pura (entiendo que Hollywood debe tener algo que ver en ello). Hacía su final la película nos quiere dejar el claro mensaje de que por muy complicadas que estén las cosas nunca se debe perder la esperanza. (Mensaje, que por otra parte, ninguna película nos había mandado antes…)

En definitiva, ciencia ficción inteligente, con algunas incongruencias, que se sirve de un nivel visual sobresaliente y un buen reparto para contar una nueva historia de dos ciudades (o dos mundos) con un mensaje socio-político que no evita sin embargo que la comercialidad se adueñe de su trama en la mitad de su metraje.
Al final queda la sensación de que vivas en la Tierra o en Elysium, la situación es la misma: anarquía y oscuridad, en un sitio real, en el otro subyacente, pero en ambos casos, ofreciendo un futuro desesperanzador y frío. A no ser que nos salve algún mesías.

Crítica escrita por el colaborador de El Gran C: Josep Padrós