miércoles, octubre 12, 2011
MELANCHOLIA; Una genialidad de Lars Von Trier
Con Lars Von Trier sucede que acaba siendo más criticado él mismo que sus propias películas. Porque es un rarito, uno que se cree más listo que los demás, que va de artista, y en los últimos tiempos lo que faltaba para el duro: que hace bromas con el nazismo... ¡Uhhhh, que feo…!
Está claro que a él le va lo de llamar la atención y lo hace incluso de las maneras más insospechadas. ¿Por qué? Sinceramente me importa un pito. Igual que lo que se diga de Mel Gibson o de cualquier otro cineasta acerca de su vida privada. Lo único que debe importarnos aquí son sus películas y, en el caso de Von Trier, hay mucho de lo que hablar. Tanto que ahora mismo puedo certificar que es la mejor película que he visto en todo lo que llevamos de Festival y, dudo que me equivoque, probablemente sea también la mejor que hay a concurso.
De la palabra “melancolía” el diccionario de la Real Academia Española dice lo siguiente:
melancolía.
(Del lat. melancholĭa, y este del gr. μελαγχολία, bilis negra).
1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.
3. f. ant. Bilis negra o atrabilis.
La película del director danés está dividida en dos partes centradas cada una de ellas en una de las dos hermanas protagonistas y como se enfrentan a un momento decisivo en sus vidas. En la primera parte el personaje que interpreta la actriz Kristen Dunst acaba de casarse y se dirige con su marido (interpretado por el vampírico Alexander Skarsgaard) a la enorme mansión en la que su hermana (Charlotte Gainsbourg) y el marido de ésta (Kiefer Sutherland) les han preparado una fiesta de bodas de lujo. Sin embargo y, después de que la novia se fije en una extraña estrella roja en el firmamento, su comportamiento se volverá errático y no tardará en dar la sensación de no sentirse cómoda en su papel de recién casada, lo cual causará todo tipo de desencuentros con muchos de los invitados (su hermana, su cuñado, su madre, su jefe, su propio marido,…). Toda esta primera parte servirá a Von Trier para retratar, en un ritual tan extendido en el mundo (aunque las formas varíen mucho de un lado a otro) como el del matrimonio, cuán estúpidas resultan muchas de las actitudes que nos vemos obligados a tomar en determinados momentos de nuestra vida. En definitiva, de qué manera más tonta perdemos el tiempo en seguir normas autoimpuestas cuando podríamos estar disfrutando la vida a nuestra manera y cada segundo como si fuera el último.
En la segunda parte de la película, con la celebración ya terminada de forma abrupta, la cámara pasará a centrarse en la hermana de la novia. Ahora que ya se sabe que la hermosa estrella del principio es en realidad un planeta que se acerca amenazadoramente hacia La Tierra, cada uno de los personajes (que en esta segunda mitad son solo cuatro: las dos hermanas, el cuñado y su hijo) se enfrenta a la posibilidad de ser destruido de distinta manera. A la mística fascinación del personaje de Dunst se opone el miedo a la muerte de su hermana o a la ciega certeza científica del personaje que interpreta Sutherland quien está convencido de que no sucederá nada malo. El hijo de éstos, como niño que es, afronta la situación de un modo u otro según con quién se encuentra pero sin entender muy bien qué es lo que está pasando.
Y todo eso podría ser el resumen del fondo. Pero, ¿qué hay de la forma? Bueno, que se pongan a temblar todos los detractores de “El arbol de la vida” de Terrence Malick. ¡¡Sí, la película comienza con diez minutos de música e imágenes!! Rápido, avisemos a los multisalas. ¡Que devuelvan el dinero si no me gusta! Sale gente famosa en el póster y quiero verles pegando tiros, haciendo bromas o enseñando las tetas.
Tranquilos todos. Superados esos diez minutos (preciosos, por cierto) menos tiros hay de todo en la película. Claro que todo ello retratado con un estilo y un arte que no estamos acostumbrados a ver en una película de gran tirón comercial. Así pues, las bromas que se dirigen unos a otros en la boda son cáusticas y resultan incómodas por lo que tienen de real y de deja vous para cualquiera que haya pasado por una experiencia similar. Los desnudos, todos ellos de Dunst, sirven para incrementar aún más la intensidad de su interpretación en dos momentos claves de la película (cuando se encuentra totalmente hundida por haber fallado a todos en la celebración de la boda y cuando, ya recuperada, decide afrontar el fin del mundo dándose un baño de luz extraterrestre nocturna).
En medio de todo esto el danés tiene ocasión de insistir sobre su peculiar forma de entender a los hombres y las mujeres y sus relaciones como ya hizo en “Dogville” o en la más polémica y expeditiva “Anticristo”. Los hombres vuelven a ser representados como seres excesivamente racionales movidos únicamente por la necesidad de controlar cuanto sucede a su alrededor, ya sea a los demás o incluso a los fenómenos de la naturaleza. Las mujeres, en cambio, se muestran como seres sensitivos que se dejan llevar por sus impulsos lo cual las hace impredecibles y caóticas.
No tenemos por qué estar de acuerdo con ello pero ese parece ser su discurso una vez más.
Como ocurre con otras dos películas presentadas en el Festival de este año, “Another Earth” en clave de drama social y “Extraterrestre” de Nacho Vigalondo en comedia, “Melancholia” parte de una premisa propia del cine de ciencia ficción catastrofista para montar un drama épico en el que lleva a cabo un estudio de personajes sensacional sin tener que recurrir a la fragmentación de las películas corales. Y lo hace además permitiéndose licencias artísticas absolutamente avasalladoras que nos hacen pensar que todo aquello del Dogma no era sino una broma de mal gusto. Secuencias rodadas en cámara superlenta, música clásica atronando en los momentos más dramáticos y una sensibilidad que hace inolvidables a todos los actores que se pasean por el film.
Obviamente no se trata de una película sencilla y a cualquiera que sea incapaz de ver nada más profundo que el agujero de su culo no se la recomiendo. He dicho.
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