Recientemente nos ha golpeado la noticia de la muerte (por
suicidio) de Tony Scott, director inglés y hermano del también director Ridley
Scott, que pasó la mayor parte de su vida en Hollywood donde rodó casi todas
las películas que componen su filmografía.
Es la de Tony Scott una carrera curiosa donde se aprecian
claramente dos estilos distintos, uno primero con el que fue abriéndose camino distinguiéndose
en la medida de lo posible del carácter que impregnaban las películas de su
hermano y que le convertían en una especie de sombra de este, y uno segundo que daría lugar a lo que podríamos
llamar el "estilo Tony Scott", mucho más próximo a las películas con sello JerryBruckheimer (con el que trabajó en "Dejà vu"[idem, 2006] y "Enemigo público" [Enemy of the state, 1998] entre otras) y que, curiosamente y
debido a la deriva “comercial” que tomaron los films de Ridley, en lugar de
apartarle de su estela no hizo sino acabar de confirmarle como su reflejo más
deformado.
Tras unos primeros trabajos de cortometraje y una
trayectoria reseñable como publicista, Tony Scott se da a conocer finalmente
dirigiendo el film “El ansia” [The hunger, 1983]que adaptaba la novela gótica del mismo título.
“El ansia” es cualquier cosa menos una
película de vampiros al uso. Con una estética cuidadísima y muy deudora de sus
años de trabajo en publicidad, el film es puro postmodernismo, mezclando
intimismo con grandilocuencia, clasicismo y modernidad. Ahí tenemos por ejemplo
el extraño y efectivo elenco que componen su reparto con una Catherine Deneuve
a la cabeza acompañada por una pujante Susan Sarandon y un estilizado David
Bowie. Otro ejemplo es la banda sonora, donde se dan la mano arias de opera,
música clásica, punk gótico y ritmos de sintetizador. Definitivamente una opera
prima (aunque insisto, no es stricto sensu su primer film) pretenciosa pero
bella y que apuntaba maneras.
Quizá por eso, sorprendió a propios y extraños que sus
siguientes films fueran ya pelotazos hollywoodienses donde todo ese estilo y
cuidado por los detalles desapareció de un plumazo. Talmente como si “El ansia”
hubiera sido un aplicado trabajo de fin de carrera para, una vez obtenido el
título, pensar solo en hacer dinero al precio que fuera. “Top Gun” [idem, 1986] tiene el
dudoso honor de ser el primer film del “estilo Tony Scott”, apareciendo ya en
ella algunas de sus constantes posteriores; jóvenes estrellas, militarismo,
pasión por la velocidad,… “Top Gun” fue un gran éxito de taquilla pero incluso
para Tom Cruise, a la que prácticamente le debe su carrera posterior, fue una
decepción y una película de la que, en parte, renegar ya que fue utilizada como
reclamo por las fuerzas armadas norteamericanas para reclutar jóvenes soldados
con una campaña publicitaria brutal que llegó incluso a enviar delegaciones de
alistamiento a las puerta de los cines. Un joven Tim Robbins también aparecía
en este film, y dado lo poco amigo del republicanismo que es, supongo es un
trabajo que todavía debe escocerle haber aceptado.
Su siguiente film, también en la línea de los blockbusters,
fue la primera secuela de “Superdetective en Hollywood” [Beverly Hills Cop II, 1987], impersonal y construida a mayor gloria de Eddie Murphi, uno de los cómicos metidos a actor más carismáticos del momento, que pasa por ser
uno de sus peores y más olvidables trabajos. Quizá por eso, para su siguiente
film “Revenge” [idem, 1990], volvería a utilizar una fórmula similar a la que tan buen
resultado le dio con “El ansia”, el único film que la crítica continuaba
valorándole positivamente. “Revenge” es una historia de sexo y violencia con la
venganza como leitmotive, uno de los temas preferidos de Scott. Su reparto lo encabeza un Kevin Costner que ese mismo año daría el campanazo con "Bailando con lobos" [Dances with wolves, 1990], una sexi Madeleine Stowe (prácticamente
debutando) y la veterana estrella de origen mejicano Anthony Quinn.
Con la frontera mejicana y las tiranteces
entre los habitantes de ambos lados de la misma como telón de fondo, Scott
tejió una historia de improbable triángulo amoroso en la que el “poder” y la “violencia” emergían de
los celos y la pasión. Con “Revenge” Tony Scott consiguió de un volantazo
recuperar el pulso y la confianza de la crítica, aunque alejándose de sus dos éxitos anteriores en cuanto a recaudación.
Este desencuentro con el público y, probablemente con los
productores, debió causarle suficiente impresión como para dejar “Revenge” como
otra pequeña joya aislada en su filmografía y regresar para darle al público lo
que le pedía. “Dias de trueno” [Days of thunder, 1990], de nuevo con Tom Cruise de protagonista y ahora
también con una Nicole Kidman prácticamente desconocida en USA, sería su siguiente film; una palpable
demostración de lo aburridas que son las carreras de coches dramatizadas pero
un ejemplo más del emergente “estilo Tony Scott”, aunque aquí algo almibarado
por las escenitas entre la futura pareja Cruise-Kidman.
Cambiando de registro pero no excesivamente de estilo, Tony
Scott continuaría su carrera con “El último boy scout” [The last boy scout, 1991], film al servicio de
Bruce Willis que serviría, de algún modo, para confirmar su finiquito como héroe
de acción. Taciturno y violento, el policía interpretado por el protagonista de
la saga “Jungla de cristal” aportaba al menos suficiente carisma a la película
para que esta no se convirtiera en un fiasco total y, además, el tono
crepuscular y el manierismo del que hace gala Tony Scott en este film serían
sin duda la rampa de lanzamiento para el ambiente enrarecido y la explosión de
humor negro de su siguiente y más celebrado film: “Amor a quemarropa” [True Romance, 1993].
Podemos decir muchas cosas de Tony Scott, buenas y malas,
pero una de las mejores es que gracias a él disfrutamos del primer guión
genuinamente tarantiniano que llegó al cine.
Si tenemos en cuenta que el libreto de “Asesinos natos” (Natural Born Killers, 1994) fue tan
modificado por Oliver Stone y sus colaboradores que el propio Quentin Tarantino
llegó a repudiarlo, el de “Amor a quemarropa” queda como su primer trabajo para
cine y curiosamente, uno de los mejor llevados a la pantalla. Hay que reconocer
que para no haber sido dirigido por él mismo en “Amor a quemarropa” está todo
lo que uno puede esperar de un film de Tarantino y eso es gracias al buen
trabajo de Tony Scott. Primero por conseguir un elenco de actores en el que
estaban veteranos de la talla de Christopher Walken, Dennis Hopper o James
Gandolfini pero también estrellas jóvenes de gran nivel como Christian Slater,
Patricia Arquette, Michael Rapaport, Val Kilmer, Gary Oldman, Samuel L. Jackson,
Chris Penn, Tom Sizemore y hasta un irreconocible Brad Pitt que se estaba convirtiendo
en la revelación del momento gracias a su papel en la película “Thelma &
Louise” que Ridley Scott, el hermano de Tony, había estrenado recientemente.
“Amor a quemarropa” es una de las mejores película de Tony
Scott probablemente también porque ese estilo suyo cada vez más adrenalínico, de
montaje rápido y alma de video clip alcanzó una simbiosis perfecta con el mundo
barriobajero que pueblan los héroes de Tarantino, con sus chanzas y sus largos diálogos,
sus momentos de absurdo y sus explosiones de violencia.
“Amor a quemarropa” marcaría además el fin de una etapa que,
aunque heterogénea y demasiado marcada por sus derivas comerciales,
desembocaría en un sinfín de películas todas ellas, ahora sí, perfectamente
enmarcadas dentro de ese “estilo Tony Scott” del que hablaba al principio y
que, además de las señas de identidad ya mencionadas, contarían casi siempre con
la interpretación de Denzel Washington, quién se convertiría en su actor
fetiche con un papel protagonista en cinco de sus nueve películas restantes.
“Marea roja”(Crimson Tide, 1995) sería la primera de estas películas. Ambientada en un
submarino nuclear y centrada en el enfrentamiento entre el capitán del mismo,
interpretado por un siempre magnífico Gene Hackman, y su segundo, Denzel
Washington, este film destaca más por su ritmo y su espectacularidad que por la
claustrofobia y tensión de que suelen hacer gala las películas que transcurren
en estos sumergibles. Aunque se dice que Tarantino metió algo de mano en el
guión como favor personal hacia Scott, a excepción de un par de charlas sobre
comics que buscan dar una imagen del
personaje de Denzel más cercana a la tripulación y poner de manifiesto su
capacidad como mediador en conflictos, no se aprecian trazas del director de
"Pulp Fiction" significativas en el libreto.
Como decíamos “Marea roja” se destacará como el primer torpedo de toda una
andanada de films caracterizados por la acción rabiosa, el encuadre sacudido y
el montaje corto: “Enemigo público”, ”Spy Game”, “Domino”, “Deja vu”, “Asalto
al tren pelham 1,2,3” o “Imparable” certifican el estilo que caracterizó a Tony
Scott y no le abandonó hasta el dramático final de sus días (incluso su muerte
no está exenta de cierta espectacularidad, ya que decidió dejar este mundo
lanzándose desde un puente).
De esta última y prolífica etapa destacaría únicamente un
film que contiene algo de personalidad a pesar de sumergirse y empaparse bien
de todos los tics de sus compañeras: “El fuego de la venganza” (Man on fire, 2004). Es curiosamente
su regreso a la frontera mejicana (recuerden “Revenge”) el lugar que permite a
Scott volver a lucir un tono crepuscular y sucio que por momentos nos
recuerda al oscuro desván de “El ansia”, a la violencia pasional de “Revenge” o
al héroe en horas bajas de “El último boy scout”, presentándonos un film donde
no es tan importante la espectacular presentación de unos hechos como los
hechos en si mismos y como estos afectan a sus personajes. Con todo, “El fuego
de la venganza” no está a la altura de sus mejores trabajos aunque se destaque
dentro de esta traca final con la que Tony Scott concluyó su filmografía y también
su vida, pues incluso su muerte parece el estallido final de unos vistosos
fuegos de artificio.
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