domingo, octubre 10, 2010
EL ULTIMO EXORCISMO
A principios de los años 40 saltó a los medios americanos una inquietante noticia acerca del extraño comportamiento de una niña de Maryland de 14 años a la cual, al no encontrarse razón médica alguna que justificara su alterado estado, se la había sometido a una antigua liturgia del cristianismo conocida como exorcismo, y que básicamente consistía en un oficio celebrado por un sacerdote cuyo fin era expulsar a un supuesto demonio del cuerpo de la muchacha que era, según parece, el responsable de su malestar.
Fascinado por este caso, el guionista y novelista William Peter Blatty escribió una de las novelas más impactantes de la década de los setenta y se encargó de adaptar la misma al cine para que se convirtiera también en una de las películas más terroríficas de todos los tiempos; “El exorcista”.
Al éxito de su estreno no tardaron en sumarse diversos productos que pretendían rentabilizar la nueva corriente del terror cristiano con tramas que exploraban la biblia desde puntos de vista inéditos hasta el momento. La mayoría de ellos fueron simples exploits sin interés que no resistían comparación alguna con la magnífica película de Friedkin quien, además de haber compuesto algunas escenas escalofriantes, había centrado su trama en los conflictos personales de sus personajes protagonistas tejiendo un drama de gran intensidad, algo a lo que no prestó atención ninguna de las películas que pretendieron aprovechar su rebufo y que en España incluso se utilizó para aumentar la comercialidad de algún film como ocurrió con "Evil Dead" de Sam Raimi, rebautizada en nuestro país con el sugerente título "Posesión infernal".
Agotada la fórmula, la primera década de este siglo parece estar tratando de recuperar aquel film, no con remakes, pero sí con propuestas en las que el exorcismo sea la piedra angular de la trama; “El exorcismo de Emily Rose”, “Exorcismo en Connecticut”, "La posesión de Emma Evans" y la que nos ocupa hoy, “The last exorcism”, han sido las últimas aportaciones a este subgénero.
La película de Daniel Stamm se apunta a esta nueva, aunque ya algo cansina, forma de narración cinematográfica que busca aportar una dosis extra de realismo del falso documental. En el film, un cámara y una técnico de sonido graban a Cotton (Patrick Fabian), un predicador de Nueva Orleans cuyo medio de vida es engañar a sus fieles con sermones bíblicos en su parroquia. Descreído y convencido de ganarse la vida de una forma honrada a pesar de todo, Cotton fue antaño un ferviente creyente. Sin embargo, después de que su hijo fuese hospitalizado sufrió una crisis de fe de la que nunca se recuperaría al ver que fue la medicina moderna y no sus creencias las que salvaron la vida de su pequeño. Convencido de que el fundamentalismo cristiano en el sur puede condenar a muerte a muchos jóvenes ante las firmes creencias de sus padres y su tozuda actitud de rechazo frente a terapias psicológicas y nuevos tratamientos, se decide a filmar un documental en el que él mismo oficiará un exorcismo utilizando toda suerte de trucages para así poner de manifiesto que la gente tan solo ve lo que quiere ver y que las posesiones no son sino el producto de desórdenes mentales.
El film de Stamm funciona perfectamente y su forma de narración cámara en mano acierta de pleno. Las charlas a cámara de Cotton y sus conversaciones con los ayudantes que se ha buscado para la grabación son tan efectivas como las que tuviera el funcionario Van de Merve en “District 9”. Además Stamm dosifica muy bien la atmósfera que se va oscureciendo poco a poco según los sucesos comienzan a desarrollarse y el documental se le va yendo de las manos. Buen pulso narrativo, y un sentido del tempo bien medido son la base para que la parte central de la película se desarrolle haciendo que crezca nuestro interés en la historia.
Todos los elementos se conjugan para que el espectador pase un inquietante buen rato en el que además puede jugar a determinar si la posesión es auténtica o si se trata de un fraude, si la familia oculta algo o si sus temores se inspiran en algo real. Según el propio protagonista empieza a dudar de sus propias convicciones el espectador se sumergirá en la historia que, y he aquí la pega, se precipitará hacia un desenlace salido por completo de madre que ahogará en unos pocos minutos un film que podía haber concluido de forma más contenida y haberse convertido así en una pequeña joya.
El balance final es el de un largometraje recomendable por su magnífica dosificación de los golpes de efecto y el buen hacer de sus intérpretes, especialmente el del protagonista y la joven poseída (Ashley Bell), aunque no alcanzará el Olimpo de las películas de terror al volverse predecible hacia su último tercio y desembocar en un final que, a pesar de ser consecuente con el resto de la historia, deviene excesivo y choca frontalmmente con la excelente atmósfera creada hasta ese momento.
Por cierto, magníficos los primeros quince o veinte minutos en los que Cotton y su familia van explicando, mediante distintos insertos de entrevistas y grabaciones en la iglesia, como el sacerdote prepara sus sermones para que la gente vacíe sus bolsillos mientras gritan amén y aleluya totalmente absortos en las paparruchas que brotan sin parar de sus labios, incapaces de discernir entre si lo que les están leyendo son pasajes de la biblia o la receta para preparar una tarta.
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