lunes, abril 27, 2009

ESPECIAL; el título perfecto tanto para la película como para su público



Este fin de semana tuve ocasión de ver una película cuyo trailer encontré por causalidad en un DVD de hace un par de años. Que yo sepa, la película no llegó a estrenarse en nuestro país y, entre la falta de publicidad y el tiempo pasado, olvidé que existía y que aquel trailer me había llamado mucho la atención.
Como en una especie de flashback, hace un par de semanas me topé con la película casualmente en una tienda de DVDs y aquel trailer volvió a mi mente. Tenía que verla.

En pleno auge de las adaptaciones a la gran pantalla de los cómics de superhéroes, vio la luz un film pequeño e independiente que, al rebufo de la tendencia, construía una historia sencilla pero eficaz sobre un triste perdedor que se cree imbuido de superpoderes gracias a su participación en la prueba de unas pastillas para una industria farmacéutica. El título de una película nunca se ha ajustado tan bien a sus características: Especial
El protagonista del film es un joven, interpretado por Michael Rapaport, que tiene mucho más del William H. Macy de “Edmond” que de ningún superhéroe que hayamos visto recientemente en el cine. Ni siquiera con aquellos cuya aproximación al género se hacía desde una postura crítica, caso de “El protegido” o de la más reciente “Hancock”.

“Especial”, además del título el film es también el nombre comercial que el laboratorio farmacéutico quiere darle al medicamento que prueba el protagonista. Los efectos concretos que ese medicamento debería producir en las personas apenas son definidos en la película, y cuando se refieren a ellos únicamente se habla de un bienestar o de sentirse mejor, sin embargo el protagonista, presa de la mediocridad que envuelve su vida, interpreta esos efectos de forma exagerada hasta el punto de creer que, realmente, las pastillas “Special” le han hecho especial.

El desarrollo del film, con las limitaciones que puede tener una producción de estas características, es el de una típica película de superhéroes. El héroe descubre que tiene poderes, decide enfocarse hacia la lucha contra el crimen, viste un traje de superhéroe con el que se enfrenta a varios criminales, crea incertidumbre entre la gente y sentimientos de rechazo entre la policía al comerles el terreno, encuentra a su archienemigo que pretende acabar con sus poderes y, finalmente, en una lucha cruenta, vence al mal.
El único problema, y que es el que convierte a esta película en algo especial (nunca mejor dicho), es que el héroe no es más que un vigilante de aparcamientos (interesante paralelismo con el personaje que interpretaba Bruce Willis en “El protegido”, vigilante en un estadio deportivo), que en realidad no tiene superpoderes sino el cerebro perturbado por los efectos de un fármaco de dudosa calidad, que el traje se lo ha hecho él mismo y es tan ridículo que incluso sus amigos frikis de la tienda de cómics (otro paralelismo con “El protegido”) se ríen de él, que los criminales a los que ataca puede que tan solo sean ciudadanos que miran con curiosidad la caja registradora de una tienda, que la policía no teme por sus puestos de trabajo sino por las denuncias que comienzan a haber a propósito de este Don Quijote (nadie ha visto nunca más “molinos” juntos que el protagonista de esta película), y que sus supuestos archienemigos (a los que se refiere como “los trajeados”) no son otros que los creadores de las pastillas de las que tanto depende para mantener sus poderes.

A pesar de las escasez de medios, la película se aguanta bien tanto en las escenas en las que hay que tirar de efectos especiales (levitaciones, paredes que se atraviesan, invisibilidad,…) como en las peleas o secuencias de acción. Sin embargo, la textura de la imagen, los encuadres, la iluminación y hasta los movimientos de cámara acusan esta falta de gran presupuesto que, como en otras producciones de género fantástico (“La matanza de Texas”, “Posesión infernal”,…) acaban jugando a su favor, ya que hacen de la película un relato mucho más íntimo y cercano para el espectador, lo cuál contribuye, como ya comentaba al principio a hacer de este film algo mucho más próximo a la cruda Edmond que a una película de superhéroes.
Este enfoque hace que la película funcione a dos niveles, por un lado como una comedia esperpéntica (con momentos realmente de un patetismo desternillante) y por otro como un drama igualmente patético, que se nutre del buen hacer de su protagonista. Entre sus momentos más destacables señalaría el de la primera conversación telepática con su doctor y el de la demostración de los poderes en la tienda de cómics, ambos realmente divertidos, así como la pelea con los “trajeados”, tan violenta como triste en su desenlace.

En definitiva, una rareza digna de, como mínimo, un visionado por parte de todos los aficionados a las películas de superhéroes, de los cómics, de la comedia, del drama, del cine independiente… de todo el mundo.

THE INTERNATIONAL; Otra de corporaciones corruptas


Antes de que el mundo occidental se sumiera en la crisis que actualmente vivimos, en el cine ya comenzamos a ver una serie de películas que se cebaban en las grandes empresas y corporaciones que, en la sombra y amparados por la corrupción de los gobiernos, se enriquecían gracias a turbios negocios. Estoy hablando de "El jardinero fiel" o de "Michael Clayton" y la industria farmacéutica, de "El señor de la guerra" y la industria armamentística, de "Siriana" y las corporaciones petrolíferas, de "Gracias por fumar" y las tabacaleras,…
The international aporta su granito de arena a esta tendencia atacando directamente a los bancos. Cierto que, a un banco concreto y ficticio pero que, en realidad, y según confirma el personaje que encarna al director del mismo, es un banco tan importante que cualquier banquero daría lo que fuera por ocupar su puesto. Lo cual no dice mucho en favor del gremio, ¿no?
"The international" nos explica la historia de dos agentes americanos obsesionados con la idea de llevar a la justicia a los responsables del IIBC, un banco internacional que pretende, según sus investigaciones, controlar los conflictos mundiales a través del control económico del negocio de las armas con la única finalidad de lucrarse. Para tan beneficioso negocio no dudan en tratar con sicarios y delincuentes, sobornar a autoridades y cuerpos policiales e incluso asesinar a los opositores o a aquellos que husmean más de la cuenta.
El desarrollo de la película es el de un thriller de lujo que pasea a su pareja protagonista, Clive Owen y Naomi Watts, por distintas ciudades europeas utilizando sus calles como exquisito marco para conversaciones, persecuciones y tiroteos. De hecho, es precisamente gracias a esa internacionalización de la investigación que la película se hace amena e interesante y no se convierte en otro film de despachos y teléfonos. En esto, se agradece la impronta que han dejado las películas de la saga Bourne y que de alguna manera quedan patentes en la excepcional secuencia del tiroteo en el Guggenheim de New York y en la no menos interesante persecución por las calles y los tejados de turcos hacia el final de la película.
Es destacable también el control del tiempo y del suspense en la película que, aunque roza las dos horas, no permite que la tensión decaiga en ningún momento lo cual es un gran mérito si tenemos en cuenta que las secuencias de acción son muy poquitas. Para ello, el director se sirve de los escenarios internacionales y muy especialmente de determinados edificios emblemáticos que, encuadrados en gran angular y con los personajes en segundo término, ayudan a introducir en el espectador la idea de que los protagonistas se encuentran perdidos ante algo mucho más grande que ellos y que les sobrepasa.
No me olvido del personaje que interpreta Armin Mueller-Stahl, ese actor que muchos descubrimos en "La caja de música" y que parece condenado a los papeles de burgués corrupto o, cuando menos, siniestro y que aquí nos ofrece una nueva interpretación contenida y eficaz.
Obviamente los responsables del film nos están enviando un mensaje muy claro y muy pesimista sobre nuestra civilización, sobre nuestros políticos, nuestras empresas y nuestros cuerpos policiales. Lamentablemente y, como ya comentaba al principio, dicho mensaje parece estar convirtiéndose más en un eslogan de moda que en un removedor de conciencias, de la misma manera que hoy día llevar un pañuelo palestino al cuello ha dejado de ser un símbolo político para convertirse en un complemento que además se puede adquirir en colores surtidos.

jueves, abril 09, 2009

SURVEILLANCE; La ganadora de Sitges 2008


Aunque bastante más tarde de lo que me hubiera gustado, al final conseguí ver la película que se alzó con la victoria en el pasado Festival de Sitges. Los problemas para seleccionar películas en una parrilla tan repleta tienen estas cosas. Pero en fin, vamos allá.

Es Surveillance una de esas películas que, cuando se han acabado de ver, dejan la sensación de haber creado una expectativa que después no ha sido colmada por completo.
Más allá de que algún miembro del jurado del Festival de Sitges justificara el premio a la mejor película del certamen escudándose en que se trata de una crítica al estamento policial y a la corrupción que lo socava, lo cierto es que la película de Jennifer Lynch atesora momentos de gran potencia fílmica e incluso alguna idea interesante en cuanto a planificación y desarrollo de la historia, la cual podríamos resumir así:

Dos agentes del FBI llegan a una comisaría de sheriff en un pueblo remoto con la intención de llevar a cabo unos interrogatorios a diversas personas que allí se encuentran a propósito de un suceso del que aún no sabemos gran cosa. Las personas a interrogar incluyen a un agente de policía de la propia comisaría, una jovencita de mirada alucinada y una niña.
El procedimiento del interrogatorio se lleva a cabo de forma simultánea, separando a cada uno de los individuos en una sala distinta en las cuales se ha dispuesto una cámara y un altavoz, de tal manera que oyen las preguntas que el agente del FBI les hace desde una sala separada mientras vigila a cada uno de ellos a través de monitores (de ahí el título, “Vigilancia”).
A partir de aquí la película se desarrolla a través de lo que cada uno de estos testigos relata acerca de lo que pasó el día anterior, el de los hechos, y que incluye a asesinos enmascarados, policías corruptos, accidentes de tráfico, drogatas, humillaciones,…

El valor narrativo del film se encuentra en la forma en que Lynch nos presenta cada uno de estos testimonios, en un contraste satírico entre lo que los testigos cuentan y lo que realmente sucedió, dejando a la imaginación del espectador quién miente y quién dice la verdad si es que alguno la dice. Obviamente los testimonios de unos involucran a otros y se contradicen entre ellos aunque, al estar separados, unos y otros desconocen las versiones que cada uno está ofreciendo sobre el mismo suceso. Estos relatos están planteados de forma que el espectador contempla una escena (lo que realmente pasó) mientras oye en off lo que cuenta el testigo (que no se corresponde demasiado bien con lo que estamos viendo).
A nivel de puesta en escena, destaca la fotografía en gran angular de los exteriores en esa carretera perdida en mitad de la nada donde tiene lugar la mayor parte de la acción, así como los encuadres dentro de los encuadres que, de alguna manera, justifican el título de la película; los personajes se vigilan unos a otros ya sea a través de monitores de televisión, de ventanillas de automóviles, de miras telescópicas,…

Quizá el problema fundamental de la película radique en su desenlace que consiste en una pretendida sorpresa final que, lamentablemente, o se intuye o no colma las expectativas de lo que parecía una trama con más enjundia.
Uno de los inconvenientes, a mi entender, de la película se encuentra en el trabajo de sus actores que, a pesar de ser profesionales solventes, no parecen dar lo mejor de si mismos en este film. Bill Pullman exagera su habitual pose taciturna y Michael Ironside apenas tiene papel con el que trabajar. Unicamente Julia Ormond consigue llamar la atención después de bastante tiempo sin verle la cara en pantalla grande.

Dudo acerca de si la película pretende realmente enviar un mensaje de crítica acerca del comportamiento de la policía (que en el film es realmente censurable), pero aunque así fuera estoy seguro, como parecía querer decir Alex Gorina con sus mohines ante las insidiosas preguntas en el Festival acerca de la elección como ganadora de esta película, de que contiene valores cinematográficos dignos de ser tenidos en cuenta más allá de dar palos a la policía.

domingo, abril 05, 2009

DRAGONBALL EVOLUTION; ¿seguro que no la ha dirigido Uwe Boll?


Cuando hace ya bastantes años se estrenó “Dragones y Mazmorras” me sentí profundamente decepcionado. No en vano considero dicha película la peor que he visto en toda mi vida y eso, a sabiendas de que las he visto peores. ¿Por qué? Por la profunda decepción que me supuso que lo que podría haber dado para una auténtica saga de películas de aventuras acabara yéndose por el sumidero en un fiasco absoluto del que prefiero ni acordarme.
Pero es que en aquel entonces yo no conocía tanto sobre el negocio del cine como se ahora. Por eso, ya sabía que esperarme de esta adaptación del manga de Akira Toriyma llamado “Dragoball Evolution”.
Desde que comenzaron a oírse rumores de trasladar a la pantalla las aventuras de SonGoku y sus amigos empecé a interesarme por localizar información, a lo cual contribuyeron otros amigos más fanáticos que me fueron teniendo al día sobre selección de actores, primeras imágenes promocionales y teaser-trailers. No hizo falta demasiado material para convencerme a mi mismo de que el film que resultaría de todo aquello poco o nada tendría que ver con la serie de Toriyama y sí mucho con una estrategia comercial Hollywood style para conseguir muchos dólares con una inversión mínima.
Como decía la histérica de “Granjero busca esposa”: ¿Qué pasa, que no lo entiendes? ¡Te lo voy a explicar!
Se coge un producto afianzado en el mercado y que mueva por si solo a millones de fans en todo el mundo. Es lo que llamamos una franquicia y puede ser un videojuego como “Resident Evil” o unas novelas de éxito como la saga “Crepúsculo”, por decir algo. Eso ya lo tenemos, los cómics manga de "Dragonball". Ahora cogemos a un puñado de actores jóvenes y desconocidos para los papeles principales a los que prácticamente no hay ni que pagarles, basta con decirles que son jóvenes promesas y que de aquí al estrellato. De momento nos hemos gastado algo de dinero en comprar los derechos del cómic pero nos hemos ahorrado una pasta gansa con el reparto. No obstante queremos que en el póster hay algún nombre que a la gente le suene. Para dar algo de solera al reparto incluimos en él a uno o dos actores veteranos que aporten alguna cara conocida que ayude a que los más desvinculados con la temática puedan verse interesados en pagar su entrada. Aquí es donde entra Chow Yun Fat. Añadimos unos cuantos efectos digitales de segunda B y los juntamos todos en un trailer para que parezca que en realidad todo serán explosiones, rallos, acción y persecuciones. Gracias a la tecnología digital ahora no es difícil llenar una película de efectos sin tener que rascarse mucho el bolsillo. ¡Y ya lo tenemos! Empaquetado y listo para venderse.
¿Qué pasa con la fidelidad a la historia? ¿Qué pasa con el compromiso de realizar una película que contente a los fans? Pues muy fácil; estamos seguros de que millones de personas irán a verla porque el producto que hemos fabricado se llama “Dragonball” (por la misma razón por la que miles de personas fueron a ver “Alatriste” o yo vi “Alone in the dark”), así que ¿por qué darles la película que esperan ver si la entrada ya nos la han comprado por el mero hecho de haber adquirido los derechos del cómic? Lo que a nosotros nos interesa (nosotros = productores de Hollywood) es que además de todos esos frikis incómodos, vayan al cine otras personas que pasan del cómic de Dragonball pero les gustan las películas de artes marciales, o les gustan los efectos especiales, o lo guapo que es el actor que hace de Goku, o lo buena que está la chica que hace de Bulma,… ¿lo entiendes ahora? El cómic no nos importa y las esperanzas que tú tuvieras puestas en la adaptación tampoco. Sólo nos interesa tu dinero. Dánoslo si es que no nos lo has dado ya.

Ignoro si se podría haber llegado a hacer una buena película con el material de base pero estoy seguro de que se podría haberse hecho algo bastante mejor. El problema, como ya he explicado arriba, es que no había interés alguno. Es la diferencia entre darle las riendas a un director como Zack Snyder, por ejemplo, o cumplir con la papeleta con el primer papanatas asalariado del estudio. Es la diferencia entre tomarse en serio una historia o querer hacer caja y nada más. Si fuiste a ver “Eragon” y te gustaron los libros supongo que ya sabes de qué te hablo.
Más allá de que nos gusten o no las peripecias de Goku en la serie de televisión o en el manga original, lo que es inapelable es que todas esas aventuras suceden en un mundo increíblemente rico visualmente; un planeta tierra alternativo en el que conviven pasado y futuro y en el que la tecnología ha llegado a metas en las que resulta difícil distinguirla de la magia. En el mundo de Dragonball no es extraño huir en una mininave espacial porque te persigue un dinosaurio, o asistir a un combate de artes marciales entre un humano troglodita y una bestia alada de cuatro brazos. Todo es posible.
En la película “Dragonball Evolution” no hay absolutamente nada de esto. El mundo en el que se desarrolla la historia es el mismo que conocemos tú y yo y, el único parecido que tienen sus personajes con los de la serie es que se llaman igual. La inocencia de Goku brilla por su ausencia, la frivolidad de Bulma también. El uno está loco por meterle mano a Chichi cuando en el cómic ni siquiera sabía lo que era una mujer y la otra pretende pedirle al Dragón Sheron no se qué narices para el bien de la humanidad en lugar de un novio, como era en el original. Yamsha es un ladronzuelo torpón y payasesco en lugar de un hábil luchador y el maestro Mutenroshi parece un híbrido entre Obi Wan Kenobi y Pat Morita en Karate Kid en lugar de un viejo verde maestro de las artes marciales. Aunque en defensa de este último debo admitir que es el único personaje que al menos conserva un rasgo destacable del original (su afición por las mujeres).
De los enemigos no vale la pena casi ni hablar. Apenas tienen un papel y en ningún momento se les percibe como una amenaza. Son totalmente inocuos y su final está tan claro que ni la transformación de Goku (curiosamente injustificada para todos los que no conozcan el cómic e incluso para éstos, pues los motivos del cambio se los han sacado de la manga) nos hace pensar que los héroes corren peligro alguno. Y ya para terminar la aparición del dragón que es de vergüenza ajena y hace quedar a un bodrio como “Dragon Wars” como un prodigio de efectos especiales a su lado.

Creo que después de todo lo expuesto queda claro que si eres un fan de "Bola de Dragón" no te recomiendo en absoluto que vayas a ver esta película. Más aún, si no eres fan del cómic pero te gusta el cine de acción, las películas de artes marciales, o el cine de aventuras, tampoco te recomiendo que vayas. ¿En qué caso te recomiendo que gastes tu dinero y tu tiempo en ir a ver este engendro? En el de que tengas ganas de desquitarte luego escribiendo una crítica furibunda sobre la película. No puede haber ninguna otra razón para aguantar semejante despropósito.

MENTIRAS Y GORDAS; Fiasco y gordo


“Mentiras y gordas” trata de las vivencias nocturnas de un grupo de jóvenes cuyas vidas están más o menos conectadas entre si. Dos de ellos, los que podríamos considerar los protagonistas, son una pareja de chicos preuniversitarios que se plantean el dedicarse al tráfico de pastillas para sacarse unas pelas y poder ir al Festival de Benicassim. Si esto te ha recordado a “Requiem por un sueño” olvídalo, nada más lejos de la realidad. Aquí lo que importa es que uno de ellos ignora que el otro ha descubierto que es homosexual y que está enamorado de él. Por otro lado, la compañera de piso de este chico gay también acaba de descubrir su lesbianismo gracias a haber conocido a una chica en la discoteca que se ofreció a comerle “lo de abajo”. Esa discoteca está frecuentada por una señorita que es algo así como la camella oficial y que será la encargada de proporcionar las pastillas a los dos chicos de los que hablaba al principio, pero esta chica tiene sus propios problemas ya que su novio está en la cárcel y en realidad trapichea para sacar dinero para su fianza. A la pobre le pierde que es muy ligera de cascos y no sabe esconder el dinero. En esa misma discoteca se suele poner hasta arriba de todo un aspirante a estrella de la música que acaba de cortar con una chica porque se ha engordado más de lo que a él le gustaría, lo cual ha servido para que se enrolle a tope con la mejor amiga de ésta a sus espaldas… y en fin, por qué seguir.
“Mentiras y gordas”, a pesar de estar tocando constantemente el tema de la homosexualidad, de las drogas, de los hábitos nocturnos de los jóvenes, del sexo, de la mórbida preocupación por el peso de nuestras jóvenes y hasta de la amistad, en el fondo, no pretende ahondar en ninguno de esos temas y si lo pretende puedo asegurar que no lo consigue. La idea parece más bien la de subir al espectador en un carrusel de relaciones a cual más patética en la que todo el mundo engaña a todo el mundo, casi todos esconden algo y la mayoría se odian por lo que son o lo que acaban de descubrir que son (tragones compulsivos, mariquitas, traidores, drogadictos, camellos,…). Si los responsables de la película se hubiera decantado con firmeza por el drama, podrían haber sacado un producto interesante en la línea de “Historias del kronen” o, si hubieran reducido el número de personajes y se hubieran centrado en uno de los muchos temas que tocan quizá tendríamos una lectura apasionada, ya fuera a favor o en contra, de la problemática del consumo y/o el tráfico de drogas en los centros de ocio, por ejemplo. Sin embargo optan por trufar todo el relato y la mayoría de los acontecimientos con momentos de humor que confieren al relato una ligereza tal que no hace más que alejar al espectador de cuánto sucede en él y, si no fuera por la cantidad de tetas, culos y escenas de sexo incluídas en la película, se diría que lo que nos están pasando no es sino un capítulo largo de “Al salir de clase” o alguna serie por el estilo.
A esto contribuye enormemente la elección de los actores, la inmensa mayoría de los cuales proceden de series de tv actualmente en vigor. No es que hagan mal su papel, probablemente su trabajo sea lo más destacable de la película, pero se tiene la sensación de que han sido seleccionados más por su ambición y sus ansias de dar el salto al cine que por ser los más idóneos. Tal vez por eso, la gran mayoría, tiene que acabar mostrando anatomía en pantalla; mención especial para Ana de Armas quien parece emular a Penélope Cruz en “Jamón Jamón” pidiéndole a Hugo Silva que le coma las tetas y le chupe los pezones. Pero, sintiéndolo mucho por ella, Albacete y Menkes no son Bigas Luna.

Al final, lo más llamativo de esta mediocridad de película es la enorme taquilla que ha conseguido hacer en su primer fin de semana y la decepción enorme que se ha llevado la inmensa mayoría de los que pagaron por verla (rastread la red y buscad algún comentario positivo). ¿Qué ha empujado a todas esas personas, jóvenes en su mayoría, a seleccionar esta película de entre la oferta actual? ¿Es el tirón de sus actores? ¿Es la seguridad de ver sexo en pantalla? ¿No circula ya bastante sexo, y más explícito, por Internet? Si el cine americano puede asegurar la taquilla incluyendo una buena artillería de efectos especiales en sus películas, parece que el cine español siempre contará con la carne de sus jóvenes actores para lograr la misma meta. No veo otra explicación que la del puro morbo.
Quien quiera pensar que en el fondo estamos ante una película que refleja la realidad de nuestra juventud y que nos está haciendo partícipes de un mundo nocturno del que muchos estamos ya bastante alejados, adelante. Yo prefiero pensar que ese mundo que se nos muestra en “Mentiras y gordas” no es sino el propio mundo en el que se mueven sus responsables, el mismo que ya nos enseñaron en su no menos fallida “Mas que amor frenesí”; un mundo de drogas a todas horas, de sexo con cualquiera, de irresponsabilidad, de petardeo y de frivolidad. Y si no que me expliquen como justifican éticamente que la gordita sea rechazada por su novio y solo pueda tener sexo con otro chico después de que éste haya sido drogado previamente y sin su consentimiento. Creo que es un momento que solo en ese “mundo” en el que ellos se mueven podría verse como cómico en lugar de cruel.
El cine español ya se sabe, tiene un sanbenito. O hacemos películas de la guerra civil o postguerra, o hacemos dramas sociales o hacemos comedias de humor más bien grueso con carne de por medio.
“Mentiras y gordas” vendría a encajar dentro del tercer grupo, si bien no lo hace de una forma demasiado cómoda sino que, tenemos que retorcerla un poco para que se haga el hueco y no se nos desparrame hacia la segunda categoría. Ni es “Barrio” ni es “Boca a boca”. La película de Albacete y Menkes tiene aspecto de comedia pero fondo de drama, o dicho de forma menos poética, construye una comedia sobre acontecimientos dramáticos, y aunque en principio eso podría haber dado para un híbrido interesante, lo que en realidad han conseguido es que los momentos dramáticos den risa y los cómicos pena. Quién sabe, tal vez han inventado un género nuevo.